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HISTORIA DE LA CIENCIA - Galileo y su obra
LA MECANICA GALILEANA
En el aislamiento de Arcetri impuesto por los jueces, Galileo concreta la totalidad de sus
investigaciones sobre problemas de mecánica, problemas que le habían preocupado en sus
años de Pisa y Padua, antes que se dedicara al estudio del cielo. De esta grandiosa síntesis
nace su obra maestra Discursos concernientes a dos nuevas ciencias (1638), el primer y
verdadero texto de Física. Si bien a los ojos de sus contemporáneos la celebridad del gran
toscano se asentaba principalmente sobre sus admirables hallazgos astronómicos, sus
descubrimientos mecánicos, que cimentaron esta importante disciplina sobre bases firmes, hoy
nos parecen todavía de muchísima mayor trascendencia.
Uno de los más brillantes de sus descubrimientos en Mecánica es el principio de la inercia: la
sorprendente y formidable paradoja de que el movimiento rectilíneo y uniforme se mantiene
sin la acción de fuerza alguna. Verdad es que no enuncia formalmente este cardinal principio;
pero lo emplea en sus investigaciones y reconoce con toda claridad que la fuerza no determina
posición ni velocidad del móvil, sino que produce aceleración. Da a las nociones capitales de
velocidad y aceleración su sentido actual, y aplica al tiempo la doctrina del límite que
Arquímedes aplicara al espacio. Descubre el isocronismo de las oscilaciones pendulares;
además, sus experiencias con péndulos de igual longitud, pero de diferente material le
muestran que el período de las oscilaciones es independiente del peso del péndulo, lo cual le
permite—por geniales razonamientos— concluir que los graves, cualquiera sea su peso, caen
con la misma velocidad, contrariando la doctrina de Aristóteles. La versión corriente, pero
errónea, atribuye ese importante descubrimiento a espectaculares experimentos ejecutados por
Galileo, quien hacía caer de la Torre Pendente de Pisa bolas de diferentes pesos. A partir de la
hipótesis de que la velocidad adquirida crece proporcionalmente con la duración de la caída,
llega a formular la ley de la caída libre, cuya validez comprueba con sus famosas experiencias
sobre el plano inclinado. Analiza el movimiento de un proyectil y demuestra que la trayectoria
descrita es parabólica. En una palabra, crea —casi íntegramente— la mecánica elemental, que
sigue hoy sustancialmente en el mismo estado que Galileo la dejó.
Tan decisivo como sus descubrimientos es el instrumento para bucear, el método creado por
Galileo: síntesis del triple hontanar —filosófico, matemático, experimental— de donde fluye
todo conocimiento de la naturaleza. De la fuente filosófica ya había espigado con abundancia
Aristóteles, de la fuente matemática se nutría la estática de Arquímedes, y el valor del
experimento era bien conocido por los alquimistas de la Edad Media. Sin embargo, esos tres
procedimientos eran por separado impotentes para ofrecer bases firmes a la ciencia. Haber
reunido la triplicidad del proceso especulativo, matemático y experimental en una e
inseparable unidad es la obra imperecedera de Galileo.