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HISTORIA DE LA CIENCIA - Crepúsculo de la Ciencia antigua - Los romanos
ULTIMOS ALEJANDRINOS
La obra de los últimos grandes alejandrinos concuerda con la época en que Roma, dueña del
orbe, puso la casi totalidad de las fuerzas materiales e intelectuales del mundo al servicio de
su imperio: buenos soldados, eminentes legisladores, elocuentes oradores, los romanos
no
poseían la curiosidad desinteresada de los griegos, ignoraban el encanto de las construcciones
abstractas del espíritu. Su concepto de la ciencia, por completo utilitario, les impedía aumentar
el patrimonio científico que la
Hélade les había dejado
en herencia. No dieron
ningún
geómetra, ningún
astrónomo, ningún biólogo de brillo al mundo. Se
contentaron con tejer
especulaciones filosóficas en
torno de algunos problemas de la ciencia griega,
como el gran
poeta LUCRECIO CARO (cerca 95-55), cuyo admirable poema Sobre la naturaleza de las cosas
expone las ideas de los atomistas griegos. La Historia Natural de PLINIO EL VIEJO (23-79 d.
de C.), uno de los monumentos más conocidos de la llamada ciencia romana, es una obra de
divulgación al igual que las Cuestiones naturales de SENECA (3 a. de C. - 65 d. de C.).
Séneca, 150 años después de Tolomeo, fue testigo de un acontecimiento con inmensas
consecuencias: la propagación del Cristianismo, que pone durante siglos en primera fila el
interés por los problemas religiosos, y orienta los espíritus —más allá de la ciencia— hacia un
dominio irracional y místico.