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HISTORIA DE AMERICA - La revolución de la América española
ARTIGAS: SUS RELACIONES CON LA ARGENTINA, BRASIL Y PARAGUAY
Artigas debe ser señalado aquí en su doble importancia de precursor e incitador a la
independencia de la Banda Oriental del Uruguay y de caudillo de prominente acción
federalista en la zona del litoral argentino. En efecto; dentro del régimen del Virreinato, ambas
márgenes del Plata lo integraban y sus relaciones eran tan estrechas como esta relación
político-administrativa y esa proximidad geográfica lo hacían esperar. Sin embargo,
producido el movimiento libertador, en mayo de 1810, Montevideo quedó en manos de los
realistas y fue la principal amenaza que Buenos Aires debió sufrir. Por ello es que una de las
principales medidas consistió en sitiar a Montevideo y, cuando las circunstancias lo exigieron,
en armar una escuadra para sitiar esa plaza fuerte, logrando al fin tomarla. Entre tanto, en el
interior, un antiguo oficial del Cuerpo de Blandengues, caballería de frontera, don José
Gervasio Artigas, que ya había combatido durante las invasiones inglesas, asumió la defensa
popular de su tierra natal. Había nacido en Montevideo, pero hombre de campo, conocía las
"cuchillas" y los cerros como la ciudad. En 1811 ofreció su ayuda al gobierno revolucionario de
Buenos Aires. Desde entonces combate por la libertad y la democracia federal.
Artigas asume la defensa del territorio uruguayo y su figura se torna legendaria. En el
congreso reunido en Miguelete hace reconocer que no se ha de liberar este territorio de España
para caer en manos de Portugal. En el de Peñarol, en abril de 1813, señala que esos diez y siete
meses de lucha han desolado a la Banda Oriental; pero son "el precio de su regeneración" para
"un pueblo libre". En ese mismo año hace llegar a los cinco diputados que la Banda Oriental
envía a la Asamblea General Constituyente, reunida en Buenos Aires, sus famosas
"instrucciones", por las que éstos son designados con la consigna de exigir a dicho Cuerpo la
declaración de la independencia y la sanción de una Constitución republicana y federal que
garantice la autonomía de la Banda Oriental dentro del nuevo Estado.
Tales exigencias determinaron el rechazo de dichos diputados (aunque se utilizó un
argumento de forma) y esto provocó un rompimiento de relaciones con Artigas, que abandonó
el sitio de Montevideo y se retiró a la campaña.
Apenas rendida la plaza de Montevideo, aparece en 1815 un nuevo peligro: la invasión
portuguesa a la Banda Oriental. La princesa Carlota, esposa del rey de Portugal, era hermana
de Fernando VII. En tal carácter, pretende para sí los derechos a estas tierras, en vista de la
imposibilidad de su hermano —prisionero de Napoleón— para reinar. Era el viejo peligro
lusitano que volvía a aparecer con otro aspecto. Un ejército portugués, al mando del general
Lecor, inicia la invasión. El gobierno argentino, débil en esos momentos por otras amenazas,
apenas puede formar y mantener del otro lado del río Uruguay el llamado "Ejército de
Observación".
El distanciamiento de Artigas de Buenos Aires se acentúa desde 1814, al ser nombrado
Gervasio Posadas (tío de Alvear, el triunfador en Montevideo) primer director supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Posadas llega a poner precio a la cabeza de Artigas ($
6.000), infamándolo en un decreto revelador de las pasiones de la época. El propio Alvear, que
sucede a su tío, aunque lo deja sin efecto, no puede llegar a un avenimiento durante su
brevísimo período. A su vez
Artigas contraataca, introduciendo su influencia en la política
argentina. Convoca a
un congreso en Paysandú, al
cual concurren representantes de los
caudillos del litoral. López, de Santa Fe, Ramírez, de Entre Ríos, se reconocen sus
lugartenientes, y
hasta Bustos, de Córdoba,
acepta su influencia. Más
tarde, todavía, los
caudillos del litoral avanzarán sobre Buenos Aires y le impondrán el Tratado del Pilar (1820).
Artigas no aceptará ese tratado, suscripto sin su participación y conocimiento, pese a las
precauciones verbales que en él se registran para no descontentarlo. Ello traerá aparejado un
rompimiento con sus ex tenientes, con las consiguientes luchas. Vencido por Ramírez, Artigas
llega, el 23 de noviembre de 1820, a la frontera con el Paraguay. Allí, pese a los pedidos de sus
últimos
hombres, rinde su espada a
un oficial paraguayo y se refugia en ese territorio. El
doctor Francia lo hace residir treinta años en un pueblecito de la frontera. El presidente Rivera
quiso hacerle regresar para tomar la presidencia de la República del Uruguay, pero Artigas se
negó —de
la misma manera que no había aceptado
la propuesta de trasladarse a Estados
Unidos para vivir en paz, o la de los portugueses, que le ofrecen amnistía y un puesto en el
ejército, o la de los caudillos indígenas del Chaco para continuar la guerra a toda costa—, y tal
como
se negó a regresar al Uruguay en 1846
al entrevistarse con su único hijo. Así
siguió
viviendo, recluido en la selva paraguaya, hasta el 23 de setiembre de 1850, fecha en que murió,
reclamando su caballo en el delirio de la agonía, este gran defensor de la libertad.