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HISTORIA DE AMERICA – De las Provincias Unidas a la organización argentina
EL PERIODO DE ROSAS
De 1829 a 1831 se extenderá el primer gobierno de Rosas. Se apoyó en las gentes de la
campaña, que le adoraban, frente a los "doctores" de la ciudad. Pero no las elevó de su
miserable condición. Por las disposiciones del Código Rural remachó su desgracia,
persiguiendo como hecho delictuoso la vagancia a que tan propenso era el hombre de a
caballo. El gaucho pasó a ser peón de estancia. Además ayudó a los terratenientes federales, de
los cuales era personaje representativo. Sin embargo, durante este período no persiguió a los
unitarios, aunque dispuso de facultades extraordinarias dadas por la Sala. Su tendencia
conservadora quedó evidenciada al restablecer las relaciones con el Vaticano, y reconocer
categoría de vicario apostólico al obispo de Buenos Aires. Vinculó a la Iglesia a algunos de sus
actos políticos: los solemnes funerales a Dorrego en 1829, el gran tedéum en ocasión de la
prisión de Paz, en 1832, y de las derrotas sufridas por sus lugartenientes, determinativas de la
destrucción de la Liga Unitaria; en las grandes honras fúnebres acordadas en honor de Bolívar
y Sucre. Desde 1830 surgieron los primeros conflictos con Francia, que luego se agudizarían.
Al terminar su mandato, la Sala designó gobernador al general Balcarce. Rosas contaba con
poder manejarle, pero su ministro de Guerra, el general Martínez, se manifestó fuertemente
antirrosista. Esto generó una división interna en el partido federal: los moderados apoyaron al
nuevo gobernador, los exaltados se quedaron suspirando por el antiguo. En los últimos
tiempos de su gobierno, Rosas había concebido un vasto plan de lucha contra los indios, que le
permitiría disponer de un ejército a su salida del gobierno y de tierras para repartir si se
triunfaba, como era presumible, es decir, de las bases de un formidable poder político. Los
indios que perseguir eran los araucanos, o tribus pampeanas araucanizadas.
El plan había sido organizado en grande, con el apoyo de Quiroga (a quien se ofreció el
mando supremo), y de Bulnes, de Chile, y otras fuerzas, pero tales ayudas fallaron y Rosas se
vio solo frente al problema y con el general Martínez en Buenos Aires, que se negaba a dar
refuerzos. Sin embargo, reorganizó sus planes y los llevó adelante, llegando con sus tropas
hasta la isla de Choele-Choel, recobrando numerosos cautivos y miles de cabezas de ganado.
Entre tanto, la esposa de Rosas, doña Encarnación Ezcurra, convertía la casa en un comité y
preparaba la "Revolución de los Restauradores", que volteó al gobierno legal. La Sala de
Representantes intentó evitar la vuelta de Rosas al poder, designando a alguno de sus amigos
íntimos, pero ninguno se atrevió a aceptar. Tampoco aceptaba el propio Rosas, pues exigía el
nombramiento con "la suma del poder público". Por fin, la Sala, amedrentada, cedió.
Las facultades extraordinarias habían estado en manos de todos los gobernadores, desde
Dorrego. Pero "la suma del poder público" era mucho más que eso. Era todo el poder por cinco
años, sin otras restricciones que la protección de la religión católica y de la causa federal. Ya se
encargaría Rosas de hacerlo prorrogar de 1835 hasta 1852. Fueron estos 17 años, de poder
absoluto sobre todo el país, pues los otros caudillos federales resultaron meros agentes suyos.
Muerto Quiroga a los pocos meses de ocupar Rosas el gobierno, no había ningún otro caudillo
de su talla. Rosas exigió un plebiscito, que naturalmente ratificó el otorgamiento de ese poder.
A diferencia del período anterior, ahora las deportaciones, confiscaciones, muertes y destierros
estuvieron a la orden del día. La Mazorca o Sociedad Popular Restauradora, una institución
creada durante el interinato de Viamonte (1829), fue copada por los exaltados, que la
convirtieron en un órgano de acción violentamente represiva contra los unitarios o los
federales moderados. La juventud intelectual intentó resistir con el Salón Literario y La Joven
Argentina (o Asociación de Mayo), pero tuvo que exilarse, especialmente a Montevideo. La
política uruguaya estuvo muy mezclada a la argentina. El Partido Blanco uruguayo se alió al
rosismo, en tanto que el Partido Colorado hizo causa común con los unitarios. El caudillo
blanco, Oribe, actuando a favor de Rosas, sitió por años a Montevideo, que estaba defendida
por Rivera, los exilados argentinos y los franceses.
Como consecuencia del régimen de terror que había instaurado, Rosas fue objeto de
numerosas reacciones en su contra. El gobernador de Corrientes, Berón de Astrada, el primero
en alzarse, fue derrotado y muerto por Echagüe, de Entre Ríos, secuaz del Restaurador; el de
Tucumán, Avellaneda, jefe de la llamada "Coalición del Norte", sufrió parecida suerte. Lavalle
regresó de Montevideo, en armas, contando con el apoyo de la flota francesa y pareció a punto
de vencer (1840), pero Rosas llegó a un acuerdo con Francia, y Lavalle, solo, siguió
combatiendo hasta que fue muerto en Jujuy de manera casual. Una rebelión de los estancieros
del sur de Buenos Aires, vinculada a la acción de Lavalle, fue ahogada en sangre. Y la
conspiración de los Maza muestra que había descontentos hasta en los grupos de íntimos de
Rosas.