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HISTORIA DE AMERICA - El período colonial
PRODUCCIONES Y CARACTERISTICAS DEL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA
La capital, Buenos Aires, dominaba económicamente al resto del virreinato gracias a su
aduana. Las entradas que ésta producía eran debidas a la exportación de los subproductos de
la ganadería —cueros, cerdas, sebo— obtenidos de las cacerías de ganado montaraz. Tales
salidas, que el cabildo de la capital reglamentaba, se denominaban "vaquerías". En ambas
márgenes del Plata la economía estuvo basada en esa explotación ganadera, limitada a los
llamados "accioneros" y casi siempre sobre ganado sin marcar, pues el de las "estancias" era
infinitamente menor en número que el que pacía libremente por las pampas. Dada su
abundancia y la imposibilidad de su guarda y aprovechamiento por falta de una técnica de
conservación adecuada, la carne no valía nada. Importa mucho establecer estas radicales
diferencias con los otros virreinatos, cuya economía estaba basada sobre todo en lo mineral,
con la de éste, que era prevalentemente ganadera, lo cual tuvo inmensas consecuencias,
incluso en la formación de un tipo social especial ecuestre y errabundo: el gaucho.
La economía tradicional minera no estuvo, sin embargo, ausente en este virreinato. El Alto
Perú —y dentro del mismo el estupendo cerro de Potosí (posiblemente explotado desde época
incaica y cuya existencia fue comunicada a los españoles por un indio que dijo descubrirle por
casualidad)— era el foco de una intensísima explotación por medio de "socavones"
rudimentarios. La pureza del metal compensaba la rusticidad de la técnica empleada. Por ello
la ciudad de Potosí fue un emporio minero de extraordinaria importancia y su Casa de
Moneda y Banco de Rescates un centro económico de primer orden. Otras ciudades del Alto
Perú, como Chuquisaca, tenían vida próspera. Ya en el Tucumán (cuya primitiva capital fue
Santiago del Estero, la antigua Ciudad del Barco), encontramos ciudades como Córdoba, sede
de una universidad (creada en 1622 sobre la base del Colegio de la Compañía de Jesús
existente desde 1613) y de un obispado; la de Catamarca, fundada en 1683 en el valle de su
nombre y la de San Miguel de Tucumán, emplazada definitivamente donde hoy está desde
1685. Mendoza y San Juan, en la antigua región de Cuyo, tenían un comercio trascordillerano
que irradiaba sus beneficios sobre Chile. Y en la Banda Oriental, la plaza fuerte de Montevideo,
era otro puerto activo dedicado a la exportación de subproductos ganaderos al propio tiempo
que formidable bastión contra la permanente amenaza de invasión portuguesa.
Esa invasión se sintió repetidas veces. Su punto neurálgico, en dicha Banda Oriental, era la
posesión de la Colonia del Sacramento, que los portugueses defendieron a toda costa (con la
ayuda de Inglaterra cuando el punto se trataba en conferencias internacionales de paz). El
largo conflicto está jalonado por luchas y tratados. Con las armas en la mano, los españoles y
los criollos vencen; pero llegan los tratados de paz y los lusitanos vuelven a lograrla. Así,
reconquistada por los gobernadores de Buenos Aires García, Zabala —que en 1726 fundó a
Montevideo—, Céspedes, Ceballos y Vértiz, tuvo que ser devuelta a Portugal por los tratados
de Familia (1750), de París (1763) y definitivamente lograda merced al de San Ildefonso (1778),
que contuvo la acción victoriosa del primer virrey Pedro de Ceballos (que ya había expulsado
a los portugueses cuando era
gobernador) en circunstancias en que avanzaba a banderas
desplegadas sobre el Río Grande. La Colonia fue, durante la época colonial, un foco de
contrabando y de corrupción colectiva.
El extensísimo territorio del virreinato no estaba muy densamente poblado: sólo contaba con
unos tres millones de habitantes, con alta proporción indígena y pocos negros. Su economía
era doble: mineral en el Alto Perú; ganadera en todo el resto. Algunas incipientes industrias
locales —fabricación de carretas en el Tucumán, de embarcaciones fluviales en el litoral, de
tejidos en el noroeste— fueron luego ahogadas por las transformaciones de la vida colectiva o
por la introducción en masa de productos extranjeros; pero otras —elaboración del azúcar en
el Tucumán o del vino en Cuyo— consiguieron afirmarse y perdurar hasta nuestros días. El
arzobispado de Buenos Aires, erigido en 1609, dirigía la acción de los obispados. Los de
Charcas y Córdoba fueron los más prestigiosos. Conflictos entre los obispos y los
gobernadores, a veces de alta repercusión social, jalonan el período de las gobernaciones. La
expulsión de los jesuitas, decretada en 1766, tuvo en estas tierras repercusión especial por la
importancia que habían alcanzado las misiones del Paraguay.
Las rentas de la Corona ascendían a unos cuatro millones de pesos, a pesar de las filtraciones
producidas por el comercio ilícito. En 1661, y precisamente para tratar de poner una valla al
indetenible contrabando, fue creada en Buenos Aires una audiencia. Pero diez años más tarde,
producido el auge minero del Alto Perú con su secuela de litigios, fue trasladada a Charcas.
Sólo en 1783, después de constituirse el virreinato, se instaló en Buenos Aires otra audiencia,
compuesta de cinco oidores. Sus querellas con los virreyes fueron célebres. Las universidades
de este virreinato fueron dos: la de Córdoba (en la que se estudiaba derecho canónico) y la de
Charcas (en la que se estudiaba derecho civil e indiano). Además, durante el período colonial,
se intentó crear universidades en La Paz, Asunción y Buenos Aires, pero sin resultado.