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HISTORIA DE AMERICA - México desde 1830 en adelante
LA REVOLUCION MADERISTA
En 1909, en vísperas de renovación
eleccionaria, Francisco I. Madero se presentó como
candidato de oposición a
Díaz, pero la oposición no
existía o no podía actuar.
Madero fue
vencido y recurrió a la sublevación. Contra
lo que podía esperarse, todos los desafectos al
régimen,
desgastado por treinta años
de gobierno, lo acompañaron. En la campaña hubo
levantamientos en masa. Díaz
tuvo que renunciar y murió
en el destierro. El armisticio
firmado el 17 de mayo de
1911 entre porfiristas y maderistas reconocía el triunfo
de los
últimos. Pero, con todo, la situación no era clara. Los inversionistas extranjeros comenzaban a
preocuparse
por la desvalorización de sus bienes y aun su posible pérdida. La situación
económica era desastrosa.
En tales condiciones asumió Madero el gobierno el 6 de noviembre de 1911, tras nuevas
elecciones. Pero en todo el país siguió la revuelta: Zapata, Enríquez, Reyes, Orozco, Félix Díaz
se alza. ron con los jirones del poder, corriendo suerte diversa. En febrero de 1913 los
alzamientos llegaron hasta la propia capital, en cuyas calles se combatió. Madero y el
vicepresidente renunciaron. Ambos fueron asesinados pocos días después al ser conducidos a
la cárcel. Huerta —ex maderista— quedó al frente del gobierno, pero fue desconocido por
Carranza, Zapata, Obregón y Villa (el famoso "Pancho" Villa, caudillo de gran arraigo
popular), que estuvieron en lucha abierta. Después de la presidencia de Carranza (1917-20) las
disidencias continuaron complicándose con la cuestión petrolera de Tampico, de propiedad
extranjera. En 1924 —muertos ya en la lucha Carranza y Villa— llegó al poder el general
Calles, apadrinado por Obregón, a quien le devolvió el poder en 1928, pero un fanático
asesinó a Obregón días' antes de su ascenso al poder. Este asesinato político tenía una raíz
religiosa, dada la neta política de persecución de la Iglesia, hasta con expulsión del nuncio
apostólico y cierre de templos y nacionalización de bienes, que Calles y Obregón habían
dirigido. Para tranquilizar a la opinión pública que le atribuía querer usufructuar la situación,
Calles prometió al Congreso no volver a aspirar a la presidencia, gobernando con testaferros.
En 1934 el general Lázaro Cárdenas, impuesto por él, le volvió las espaldas. La situación
política de Calles se hizo bien pronto insostenible, y éste debió abandonar el país,
expatriándose a Estados Unidos, en 1936. Cárdenas quedó entonces dueño de la situación.