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HISTORIA CONTEMPORANEA - La unificación de Italia
LA UNIDAD ITALIANA
Cavour sintió que sus esperanzas habían quedado defraudadas y renunció a su cargo; pero los
hechos se encargaron de demostrar que la realidad era más halagüeña de lo que parecía. El
entusiasmo que provocó el movimiento nacional fue tan intenso que se movilizaron todas las
fuerzas de las distintas regiones para colaborar en la consecución de aquel viejo ideal.
Amotinado el pueblo en Toscana, Parma y Módena, estas regiones quedaron inmediatamente
unidas al reino del Piamonte, al que muy poco después, y por obra de un decidí-do guerrillero,
José Garibaldi, se agregó el reino de las Dos Sicilias. Por su parte Víctor Manuel II conquistó
los estados de la Iglesia excepto la ciudad de Roma, y prácticamente quedó realizada la unidad
de Italia quedando solamente como territorio irredento Venecia y Roma. Poco después, en
1861, un congreso reunido en Turín proclamó a Víctor Manuel rey de Italia.
Lo que faltaba para integrar definitivamente en una unidad política a toda la península, fue
logrado poco después a favor de ciertas circunstancias. Al producirse la guerra entre Prusia y
Austria, Italia entró en ella con la condición expresa de que recibiría Venecia, y aunque la
suerte no fue favorable a Víctor Manuel —vencido por los austriacos en Custozza—, la derrota
final de Austria le permitió tomar posesión de Venecia en 1866.
Sólo quedaba ahora, para finalizar la vasta empresa, lograr la posesión de la indudable capital
del reino, Roma, cuyo dominio por el papa parecía a los patriotas italianos como una
humillación insoportable. Intentó cumplir esta última parte del viejo proyecto de unificación
Garibaldi, pese a la oposición del propio ejército de Víctor Manuel y de las fuerzas francesas,
pero lo derrotaron dos veces. Finalmente, en 1870, mientras Napoleón III estaba absorbido por
la guerra contra Prusia, Víctor Manuel II creyó llegado el momento de establecer su capital en
Roma y ocupó
la ciudad con sus fuerzas, mientras el
papa se encerraba en el Vaticano
declarándose prisionero y negándose a reconocer el hecho cumplido. Pero la obra política de
unificación estaba terminada y nada podría modificar ya esa situación.