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HISTORIA CONTEMPORANEA – La segunda posguerra
EL PLAN MARSHALL Y EL PACTO DEL ATLANTICO
La situación económico social de Europa occidental constituía un ambiente propicio para el
desarrollo comunista, con la consiguiente acentuación de la influencia rusa, y el gobierno
americano, por intermedio del general Marshall, lanzó un proyecto de rehabilitación de
Europa, mediante la ayuda financiera norteamericana, que recibió la mejor acogida por los
gobiernos europeos. La Unión Soviética se apresuró a denunciar la finalidad de penetración
que creía ver en el plan Marshall y comenzó a agitarse —y a agitar a los sectores
filocomunistas— frente a lo que consideraba una nueva manifestación del "imperialismo
norteamericano". La situación se tornó así aun más crítica a partir de mediados de 1947. Los
partidos comunistas europeos empezaron a operar con vistas a una acción violenta, y sus jefes
—Togliatti en Italia, Thorez en Francia— declararon abiertamente la finalidad subversiva de
las huelgas generales que organizaban. Reestructurada la organización internacional desde las
reuniones de febrero y marzo de ese año en Londres, el comunismo creó una nueva central,
llamada Cominform, en una reunión que celebraron en Polonia durante el mes de octubre los
delegados de Francia, Italia, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, Bulgaria,
Yugoslavia y la Unión Soviética. El Cominform debía funcionar en Belgrado y tenía como
finalidad expresa oponerse a la expansión del "imperialismo del dólar". Muy pronto
comenzaron los movimientos subversivos en diversos países, y alcanzaron éxito los golpes de
Estado en Rumania (diciembre de 1947) y Checoslovaquia (febrero de 1948) —este último de
vasta repercusión mundial por la muerte de Jan Masaryk—, que dieron el poder a los
comunistas y completaron alrededor de la Unión Soviética "la cortina de hierro", o zona rusa
de seguridad, cuyas fronteras se mantuvieron vigiladas con el mayor cuidado.
Los movimientos comunistas en Francia e Italia fracasaron, con alguna pérdida de prestigio
para la organización internacional; pero la alarma que cundió, movió a los occidentales a
apresurar la organización de su defensa, que empezó a negociarse por entonces. Entretanto, la
Unión Soviética desencadenaba una nueva política de fricciones en Berlín al establecer el
bloqueo de la ciudad, donde los aliados tuvieron que abastecer su zona mediante el auxilio de
la aviación; pero las represalias y la inutilidad de la medida obligaron a los rusos a ceder. Por
entonces se formalizó el pacto defensivo del Atlántico Norte. Al mismo tiempo, en Alemania la
situación comenzó a canalizarse en medio de los mayores peligros, mediante la organización
de los poderes locales en las dos partes de Alemania; la parte bajo control aliado, o "Trizona",
se constituyó bajo el nombre de República Federal Alemana, con capital en Bonn, y se confió la
presidencia de la república a Theodore Heuss en septiembre de 1949, encargándose la
cancillería a Konrad Adenauer, jefe del partido demócrata cristiano; y la parte bajo control
soviético adoptó el nombre de República Democrática Alemana, encargándose de la
presidencia a Wilhelm Pieck, con Otto Grotewohl como primer ministro.
Los dos grupos de potencias se resistían a ceder un paso. Mientras se realizaban estos
movimientos estratégicos y políticos, se agudizaba la competencia por la posesión de las armas
atómicas, cuyo primer empleo había hecho Estados Unidos en la guerra contra el Japón. Desde
entonces, se habían establecido en Estados Unidos e Inglaterra grandes plantas experimentales
para perfeccionar la bomba atómica, en tanto que se suponía que algo semejante debía de
hacerse en la Unión Soviética; y las declaraciones que formulaban los dos bandos acerca de la
necesidad de limitaciones para el uso de la temible arma, iban acompañadas de una creciente
intensificación de las investigaciones y del espionaje por ambos lados. La declaración hecha
por el gobierno soviético de que también poseía la bomba atómica fue equilibrada por los
Estados Unidos con la revelación de la nueva bomba de hidrógeno; pero Rusia afirmó que
también la poseía, y prosiguieron ambos países, los experimentos, sin duda, para no perder
posiciones.