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HISTORIA CONTEMPORANEA – La segunda posguerra
EL AJUSTE DEL PROBLEMA MILITAR
A medida que en el curso del año 1945, los ejércitos aliados ponían fin a las operaciones
militares, comenzaron a actuar como fuerzas de ocupación. El problema político empezó a
plantearse entonces, y los primeros pasos fueron dados de acuerdo con las normas que se
habían establecido en las últimas conferencias internacionales, especialmente la celebrada en
Yalta. Debido a la preeminencia del esfuerzo norteamericano en el Pacífico —donde la Unión
Soviética casi no había actuado, pues se abstuvo hasta último momento de declarar la guerra al
Japón—, no surgieron dificultades en cuanto al derecho de los Estados Unidos a ocupar el
territorio nipón y los lugares estratégicos correspondientes a esa área de operaciones. Pero en
Europa el problema era menos claro, pues el esfuerzo había sido común y, con la ocupación, se
jugaba sobre todo la suerte de las distintas potencias al día siguiente de la victoria. Los
acuerdos de Yalta habían resuelto en parte el problema, y de conformidad con ellos se rigieron
las últimas etapas de las operaciones en territorio alemán, que después del derrumbe quedó
dividido en tres zonas —rusa, inglesa y americana—, a las que después se agregaría una
cuarta, ocupada por Francia.
Pero el problema no terminaba allí y las múltiples cuestiones relacionadas con la ocupación y,
sobre todo, con el juego de las influencias políticas, se plantearon con más calor que en Yalta
en la conferencia de Potsdam, celebrada por los "Tres Grandes" en junio de 1945. Concurrieron
Stalin, Truman y Churchill, sustituido luego este último por Clement Attlee al producirse el
triunfo laborista en Inglaterra. Allí se debatieron los problemas relacionados con las
reparaciones y con la distribución territorial, entre otros de menor importancia, y se acordó el
desmantelamiento limitado de la industria alemana y la transferencia de los equipos
industriales a los países vencedores, con una leve ventaja para Rusia en mérito a los perjuicios
sufridos. En cuanto a territorios, se discutió sobre todo el problema de Polonia y la región
oriental alemana, zonas sobre las cuales se llegó a un acuerdo con la base de la transferencia a
la Unión Soviética de algunos territorios polacos, que a su vez se compensarían con la
transferencia a Polonia de cierta extensión de territorios alemanes.
Las dificultades que más tarde harían crisis entre la Unión Soviética y el bloque presidido por
los países anglosajones apenas se insinuaron entonces; pero quedaron algo más en evidencia
en la reunión de ministros de Relaciones Exteriores que se celebró en Londres en septiembre
de 1945, la que debía comenzar a considerar la cuestión de los tratados de paz. No sólo se
planteó —como en Potsdam— el problema de los derechos alegados por Francia y China a
incorporarse al grupo de las grandes potencias vencedoras, sino que surgieron multitud de
dificultades frente a los problemas concretos suscitados por la situación de los países del
centro de Europa y de los Bacanes, pues la Unión Soviética insinuaba ya una política de
decidida hegemonía sobre esas regiones, que consideraba fundamentales para su seguridad.
Así, pues, la conferencia no avanzó mucho, y también aparecieron dificultades graves en la
Conferencia de Paz reunida en París en 1946.
Entre tanto se preparaba el proceso a los criminales de guerra, cuya vista se realizaría en
diversas ciudades. En octubre de 1946 fueron juzgados en Nuremberg los principales
dirigentes nazis, y aquellos condenados a la pena capital —Keitel, Ribbentrop, Rosenberg,
Seyss Inquart entre otros— fueron ejecutados el 16 de ese mes, mientras que Goering lograba
suicidarse poco antes del momento en que debía ser ahorcado. Así se echaron las bases de un
nuevo capítulo del derecho internacional relacionado con los crímenes de guerra, en tanto que
proseguía la discusión de los tratados de paz. Finalmente, en febrero de 1947, se firmaron en
París los correspondientes a Italia, Hungría, Rumania y Bulgaria, no sin que despuntaran los
rozamientos entre les dos bloques que se iban constituyendo con definida personalidad. Esos
rozamientos se ponían de manifiesto, sobre todo, en las reuniones de la Organización de las
Naciones Unidas (UN), constituida de acuerdo con la Carta de San Francisco (junio 1945), que
había sido ratificada por los principales países en octubre de ese mismo año. Reunida la
Asamblea general en Londres en enero de 1946, se constituyeron el Consejo de Seguridad y el
Consejo Económico y Social, designándose luego secretario general de la Organización a
Trygve Lie, noruego.
La UN, que estableció su sede primero en Lake Sucess y luego en Nueva York, asumió la
herencia de la extinguida Sociedad de Naciones y organizó la Corte Internacional de Justicia,
así como también otros organismos secundarios relacionados con la cooperación mundial
acerca de la salud, la cultura, el trabajo, etc. Las grandes potencias se aseguraron la
preponderancia dentro de la UN mediante el derecho de veto, y poco a poco se constituyeron
en su seno dos grandes corrientes irreductibles de opinión, encabezada una por la Unión
Soviética y otra por los Estados Unidos.