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HISTORIA CONTEMPORANEA – Rusia, Turquía y los Balcanes
LA GUERRA BALCANICA DE 1877
La posición de Rusia en los Balcanes se había debilitado grandemente como resultado de su
derrota en la guerra de Crimea y de los términos que había aceptado en el tratado de París.
Alejandro II no perdía de vista, pues, la ocasión de modificar ese estado de cosas, y creyó
llegado el momento, al producirse la derrota de Francia a manos de Prusia, en 1870. Entonces
denunció el tratado de París y comenzó a prepararse para nuevas operaciones tomando
posición nuevamente en el mar Negro. Una vez más, el zar se presentaba como protector de
las poblaciones cristianas del imperio otomano, y en tal calidad creyó oportuno intervenir en
los asuntos balcánicos en 1877.
Poco antes se habían producido algunos movimientos insurreccionales en Bosnia,
Herzegovina, Bulgaria y Montenegro, movidos por las duras condiciones de vida que
soportaban los campesinos y por el vivo sentimiento nacional que los dominaba. Los turcos se
lanzaron a la represión y obraron con la violencia acostumbrada produciendo una verdadera
matanza en Bulgaria. Era la ocasión que necesitaba Rusia para intervenir.
Apoyados por los rumanos, los rusos iniciaron un ataque general contra Turquía, y aunque
fueron derrotados en el primer momento, pudieron arrollar luego a las fuerzas turcas y se
lanzaron sobre Constantinopla a cuyas proximidades llegaron en marzo de 1878.
Atemorizados, los turcos se avinieron a firmar el tratado de San Estéfano, por el que se
consagraba la disolución de la Turquía europea; pero sus resultados no fueron definitivos,
porque cundió la alarma entre las potencias occidentales y exigieron su revisión. Disraeli
ordenó la movilización de la flota y el ejército ingleses y los gobiernos de Austria y Alemania
intervinieron ante el zar para que sometiera el tratado a una convención europea. Alejandro II
cedió, y en el congreso de Berlín, celebrado en junio de 1878, se establecieron nuevas bases
para el arreglo de la "cuestión de Oriente", como se la designaba. Rusia debía limitarse a la
posesión de la Besarabia, y Rumania, Servia y Montenegro quedaban como estados
independientes; pero Austria logró la administración de Bosnia y Herzegovina, en tanto que se
toleraba a Turquía la posesión de Macedonia y el protectorado sobre Bulgaria. De este modo,
los estados occidentales consideraban que estaban seguros de evitar el peligro de un
predominio ruso en la cuenca oriental del Mediterráneo.