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HISTORIA CONTEMPORANEA – El Lejano Oriente hasta el siglo XIX
CHINA
China se mantenía infranqueable a los extranjeros desde el siglo XVII, y sólo permitía que la
Compañía inglesa de las Indias realizara algunas transacciones comerciales en Cantón. Allí se
dedicaron los ingleses a monopolizar el tráfico del opio, que proporcionaba formidables
ganancias. Pero en 1839, el gobierno chino decidió suprimir este comercio, y los ingleses
iniciaron una guerra de la que salieron triunfantes en 1841. Como consecuencia de esas
victorias pudieron establecerse en varios puertos chinos, entre ellas Hong-Kong, que les fue
entregado totalmente, y desde los que pudieron comerciar ya en gran escala. En estas
condiciones, Francia y Estados Unidos solicitaron un tratamiento semejante, y obtuvieron
también autorización para establecerse en territorio chino con el privilegio de la
extraterritorialidad, es decir, la renuncia del gobierno chino a ejercer su jurisdicción sobre
determinadas parcelas de territorio que quedaban sometidas a las leyes extranjeras. Esta
situación quedó formalizada, sobre todo, después de la ocupación anglo-francesa de Pekín y la
firma del tratado que se suscribió en esa misma ciudad en 1860.
Esta condescendencia del gobierno chino, en parte determinada por su debilidad, incitó a otras
naciones a procurarse ventajas a su costa. Rusia, que ya se había apoderado de la Siberia,
ocupó las bocas del río Amur y luego los territorios al sur del curso inferior de ese río, en los
que establecieron el puerto militar de Vladivostok (1860). Japón, por su parte, que ya había
comenzado a adquirir una extraordinaria potencialidad, se lanzó luego sobre Corea y tomó
posesión de algunos puntos fortificados de la costa china y de la isla de Formosa (1895); pero
sólo pudo mantener esta última por la presión de los países occidentales que tenían intereses
en China: Rusia, Francia e Inglaterra. En realidad, era Rusia la que había desencadenado la
acción internacional, porque Corea estaba dentro de lo que consideraba su zona de influencia
y se preparaba para ocuparla, a cuyo fin había comenzado a construir el ferrocarril
transiberiano hasta Vladivostok (1891-1901).
Los últimos años del siglo XIX parecieron marcar la época de máxima disgregación nacional
de la China. Alemania se agregó al grupo de potencias interesadas en la explotación
económica del territorio, y todas ellas juntas arreciaron en la demanda de nuevas concesiones,
territorios y franquicias para realizar sus negocios. Llegaron las cosas a
tal punto, que los
ánimos se exaltaron en el paciente y desdichado país. Se constituyó un movimiento
nacionalista de carácter revolucionario y en 1900 estalló la rebelión de los boxers; pero las
fuerzas reunidas de las potencias que usufructuaban la disgregación de China pudieron
reprimirlo y se volvió al estado anterior, con la sola limitación de que se garantizó la unidad
nacional.
No obstante, Rusia y Japón trataron de apoderarse de Manchuria y se lanzaron por ella a una
guerra en la que el Japón resultó vencedor (1905); pero el resultado de la guerra no fue menos
nefasto para China, que vio a los dos contendores entenderse en perjuicio suyo para dividirse
aquella rica provincia.
Entonces se reavivó el movimiento nacionalista, que logró numerosos adeptos
y pudo
provocar, en 1911, la caída de la monarquía. Al establecerse la república, fue nombrado primer
presidente Sun-Yat-Sen, el jefe del partido del Kuo-Min-Tang, a quien reemplazó luego Yuan-
Shi-Kai, de tendencias conservadoras.