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HISTORIA CONTEMPORANEA – La Italia fascista y la Alemania nazi
LA REVOLUCION DE HITLER
Como en Italia, la situación de Alemania después de la guerra fue particularmente difícil por
las circunstancias económicas adversas. Allí obraron, además, otras razones fuera de las
puramente sociales derivadas de la guerra. El gobierno de la república, regido por la
constitución de Weimar, se desenvolvió dentro de las mayores dificultades por las pesadas
cargas que le impusieron los aliados por el tratado de Versalles, y debió cargar con la
responsabilidad de la disminución internacional que sufrió Alemania. A la crisis económica y
social se unió entonces en Alemania un sentimiento de desquite, hábilmente estimulado por
las derechas y, sobre todo, por el estado mayor alemán, que siguió manteniendo, durante la
era republicana, una notable influencia sobre la vida política. Los gobiernos socialistas hicieron
mucho, sin duda, en favor de las clases trabajadoras; pero sus recursos eran limitados y las
derechas posponían a esas exigencias los deberes patrióticos que se resumían en la necesidad
de anular el tratado de Versalles. Una fórmula conciliatoria pareció darla el partido nacional-
socialista, renovado en 1919 por Adolfo Hitler, según parece agente por entonces del estado
mayor alemán.
En 1920 quedó fijado un programa de 25 puntos que constituyó la base ideológica del partido.
Sus puntos fundamentales eran la abolición del tratado de Versalles, la lucha contra los judíos,
el comunismo y la democracia, así como también la implantación de un régimen económica y
socialmente liberado de las influencias capitalistas y terratenientes. Con este plan, Hitler
aglutinó una masa considerable y se lanzó a un golpe de estado en 1923, en Munich, que
fracasó, fue recluido en la prisión, y allí escribió Mi lucha, en la que exponía las doctrinas del
partido. A partir del momento en que recobró la libertad —que fue muy pronto— comenzó a
hacer propaganda y se presentó sucesivamente a todas las elecciones, desde 1928, con
resultado vario; pero en 1929 llegó a un entendimiento con el trust del acero y desde entonces
fue impulsado hacia el poder por las fuerzas industriales: en enero de 1933, el presidente
Hindenburg terminó por designarlo canciller del Reich.
El incendio del edificio del Reichstag en febrero, y la persecución inmediata de los partidos
opositores, aseguró a Hitler un dominio completo de la situación, que se reflejó en la elección
de marzo, en la que obtuvo neta mayoría. Desde entonces, el Partido Nacional
Socialista
dominó en Alemania hasta el fin de la segunda guerra mundial.