Textos    |    Libros Gratis    |    Recetas

 

.
HISTORIA CONTEMPORANEA – Italia, España y Portugal entre 1870 y 1914
ESPAÑA
El reinado de Amadeo de Saboya en España duró desde 1870 hasta 1873 y se desenvolvió
dentro de las mayores dificultades. Al llegar a su nuevo reino desde Italia acababa de ser
asesinado su principal defensor, el general Prim, y tuvo Amadeo que soportar la hostilidad de
las derechas, que veían en él un miembro de la casa real que había expulsado al papa de Roma;
de los tradicionalistas, que veían en él un extranjero; de los republicanos que aspiraban a
derrocar la monarquía y de los legitimistas que pretendían la restauración de los Borbones.
Amadeo procuró gobernar con el parlamento; pero no pudo sobreponerse a las innumerables
dificultades que le suscitaron por una parte los carlistas, sublevados en el norte del país en
1872, y por otra los irreducibles antagonismos entre los partidos. Así, decidió abdicar a
principios de 1873 y en seguida las Cortes proclamaron la república. Se sucedieron en el poder
Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar, cuya acción fue impotente para dominar la
confusión reinante; aun en el mismo seno de los republicanos se combatían los partidarios del
centralismo y los regionalistas federales, de modo que antes de que transcurriera un año de
implantado el nuevo régimen se produjo su bancarrota. Quedó al frente del gobierno el
general Serrano, que gobernó con mano fuerte desde enero de 1874 tratando de abatir la
rebelión carlista y de restablecer el orden en el resto del país sacudido por las insurrecciones
locales conocidas por los "cantonales". Pero en la mayoría de la opinión predominó la idea de
que solamente la restauración de los Borbones en la persona del heredero Alfonso XII podía
resolver la situación, y así se gestó un golpe de estado encabezado por el general Martínez
Campos, que proclamó rey al hijo de Isabel II en Sagunto. Cánovas del Castillo se hizo cargo
del poder en Madrid y un año después entraba en la capital Alfonso XII entre el entusiasmo de
sus partidarios.
Desde 1875 hasta 1885, Alfonso XII gobernó constitucionalmente, de acuerdo con una carta
sancionada en 1876. Cánovas, jefe del partido conservador, consiguió restaurar el orden
interno y poner fin al levantamiento de los carlistas; pero debió compartir el poder con los
liberales que respondían a Sagasta, sin que se advirtieran por cierto entre los dos partidos
cambios fundamentales en la orientación política. Al morir el rey no quedaba heredero varón,
pero la reina María Cristina esperaba un hijo, y al nacer, en mayo de 1886, comenzó a reinar
con el nombre de Alfonso XIII, bajo la regencia de su madre. El juego de los dos partidos
conservador y liberal— no se alteró durante mucho tiempo, mas sus jefes cambiaron con el
tiempo, sucediendo a Cánovas y Sagasta, entre otros, Silvela, Maula, Dato y Canalejas.
Los últimos años del siglo se caracterizaron por el predominio de cierto
escepticismo y una
grave depresión moral. Concurrió a ello la pérdida de Cuba y las Filipinas, las últimas colonias
importantes de España en ultramar, mas no tuvieron menos parte en la formación de ese
estado de ánimo colectivo las inquietudes sociales, que se hicieron más notorias en los
primeros años del siglo siguiente. Los republicanos hicieron algunos progresos y el partido
socialista fue organizado eficazmente por Pablo Iglesias. Pero la fuerza que más contribuyó a
crear una situación de violencia fueron los grupos anarquistas, que promovieron huelgas
sangrientas en los centros fabriles. El gobierno las reprimió también con violencia y en una
ocasión fusiló a los presuntos jefes de la revuelta que estalló en Barcelona, entre los cuales se
encontraba Francisco Ferrer, el director de la Escuela Moderna. Sin embargo, la represión no
logró sino exaltar los ánimos, y el gobierno se vio obligado a mantenerse permanentemente
apoyado en el ejército para asegurar el orden.
Durante los primeros años del gobierno personal de Alfonso XIII, España había tratado de
extenderse hacia Africa, emprendiendo operaciones militares en Marruecos, sobre la base de
los acuerdos internacionales firmados en Algeciras en 1906 entre las principales potencias
europeas. Por lo demás, su política internacional fue cautelosa, y a pesar de cierta innegable
simpatía por Alemania, España procuró mantenerse ajena al sistema de alianzas que se tejía en
vistas a una guerra que se consideraba inevitable.