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HISTORIA CONTEMPORANEA - Inglaterra durante la era victoriana
LOS PROBLEMAS POLITICOS
En el plano político, la era victoriana fue un largo y fructífero duelo entre los whigs y los tories,
que se sucedieron en el gobierno y lucharon con igual denuedo por satisfacer a la opinión
pública y proporcionar a Inglaterra los medios necesarios para su estabilización interna, su
predominio internacional y su expansión imperialista.
Caído Peel en 1846, los whigs comenzaron a dominar y durante veinte años ejercieron el poder
conducidos por Palmerston, un hombre equilibrado y apasionado a un tiempo, que gozaba de
extraordinaria simpatía popular. La corte lo resistía, pero él supo conducirse con elegante
imparcialidad y llevó a cabo sus planes con seguridad y destreza. En particular, dirigió las
relaciones exteriores con tacto exquisito. Aseguró la independencia belga sin provocar
conflictos con Francia, canalizó la antipatía inglesa frente al absolutismo ruso mediante la
guerra de Crimea y apoyó a los liberales italianos conducidos por Cavour que, por cierto,
admiraba y seguía a Palmerston como a un maestro insuperable. En cambio, fracasó frente a
Prusia, a pesar de que había prometido ayudar a Dinamarca cuando la guerra de los Ducados;
pero se encontró aislado por la diplomacia de Bismarck y debió tolerar el triunfo de los
Hohenzollern, cuyos peligros adivinaba.
Cuando desapareció de la escena política, el duelo se mantuvo por medio de Disraeli, jefe del
partido conservador, y Gladstone, jefe del partido liberal. El primero había sido, precisamente,
quien reprochara con más acritud a Peel el haber cedido a las demandas whigs en favor del
librecambio; y, sin embargo, se condujo en el poder con la misma elasticidad de su predecesor,
porque fue a él a quien se debió la sanción de la segunda gran reforma electoral de 1867.
Ciertamente, había sido Gladstone quien presentó el proyecto de reforma en 1866; pero había
sido rechazado. Al año siguiente Disraeli lo tomó como suyo y lo defendió hasta conseguir su
aprobación, medida con la cual se acrecentó considerablemente el número de electores en más
de un millón de ciudadanos. Esta reforma favoreció a los whigs, que llevaron al poder a
Gladstone, bajo cuya influencia se aprobó en 1884 una tercera reforma, esta vez más decisiva
todavía porque impuso primero el voto secreto y luego la disminución del censo de manera
que se incorporaran a las listas de electores dos millones más de individuos.
En cambio, la política de Gladstone sufrió un rudo golpe en lo referente al problema de Irlanda.
Complicado por los resentimientos políticos y religiosos, el problema irlandés era sobre todo
un problema económico. Algunas medidas se tornaron para remediar la situación, pero el
problema acrecía en intensidad y dio lugar a una campaña violenta de los patriotas contra el
gobierno inglés. Al cabo de mucho tiempo, Gladstone llegó al convencimiento de que
solamente la autonomía irlandesa podía acabar con los males que a ambos territorios
deparaban las inacabables convulsiones políticas, y se decidió a presentar al parlamento el
proyecto de ley que organizaba el Home Rule tal como lo deseaban los patriotas irlandeses.
Era un acto arriesgado políticamente, porque era inevitable que se agitara intensamente la
opinión; hasta podía ponerse en peligro todo su prestigio político. Y así ocurrió, en efecto,
porque el proyecto fue rechazado y Gladstone se retiró de la vida política (1894).
La lucha entre liberales y conservadores se mantuvo desde entonces con caracteres cada vez
más acentuados, debido a una circunstancia nueva. En efecto, la aparición del partido laborista
y la incorporación de sus diputados a la Cámara de los Comunes, permitieron proponer allí, y
que se votaran algunas medidas radicales. La Cámara de los Lores, en cambio, mantenía su
tradicional fisonomía conservadora y quiso oponerse a algunas de ellas, valiéndose del
derecho de revisión que poseía, excepto para las leyes económicas. La tensión alcanzó su más
alto grado en 1909 y se resolvió dos años después en favor de los partidos populares, pues los
Comunes resolvieron que sus votos tendrían valor legal si se reiteraban durante tres sesiones,
y a pesar del voto en contra que pudieran dar los Lores.