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HISTORIA CONTEMPORANEA – Francia y la Tercera República
LA LUCHA POLITICA
Ferviente y entusiasta, el pueblo francés vivía la política con cálido entusiasmo. Las cuestiones
públicas lo apasionaban y no vacilaba en volcarse resueltamente para sostener o condenar
determinados actos de gobierno o determinadas tendencias de la opinión adversa. Esta
vehemencia se puso de manifiesto varias veces durante la tercera república. Entre 1882 y 1892,
los escándalos a que dio lugar la cuestión oscura del canal de Panamá motivó una fuerte
reacción contra la venalidad de ciertos políticos. Pero el sistema parlamentario permitía
corregir rápidamente los errores, y el peligro por que pareció pasar por un momento el
régimen pudo sortearse. En los últimos años del siglo se sucedieron los conflictos provocados
por la reacción anticlerical por una parte y las pretendidas ambiciones del general Boulanger,
que pareció amenazar con un golpe de estado. Pero el asunto más grave, el que reflejó no sólo
la intensidad de las pasiones políticas, sino también la eficaz elasticidad de las instituciones
fue el asunto Dreyfus, un oficial de origen judío acusado de alta traición, a quien hostilizaron
violentamente las derechas y los clericales mientras lo defendían los sectores del más decidido
liberalismo. Toda Francia se dividió en dos bandos, que a través de la inocencia o la
culpabilidad de Dreyfus debatían la supremacía de sus respectivas ideologías. Sólo en 1906
quedó resuelto el pleito con la anulación de las sentencias condenatorias por la Corte de
Casación, y la rehabilitación del acusado. El affaire Dreyfus alcanzó notable repercusión
mundial. Acaso, el resultado del asunto Dreyfus no hacía sino testimoniar una vez más del
avance de las izquierdas. Consecuencia de ese largo pleito fue, en cierto modo, el conflicto
entre el Estado y la Iglesia. En 1899 había llegado por primera vez a un ministerio un socialista,
Millerand, y otros hombres de la misma tendencia tuvieron poco a poco acceso a los más altos
cargos públicos. Y, sin embargo, las derechas seguían actuando con energía y despertaban a
cada instante los sentimientos de ciertos grupos conservadores que subsistían en el seno de la
opinión francesa. Parecía como si el obsesionante pensamiento de la revancha autorizara a
suponer que sólo un gobierno de la extrema conservadora pudiera garantizar la seguridad de
la victoria.
Sin embargo, el régimen liberal había probado su capacidad para las vastas empresas militares.
Por iniciativa de Julio Ferry, la tercera república se Preocupó por afirmar las posesiones
coloniales de Francia, y contra la opinión de todos —y muy especialmente de Clemenceau— el
tenaz político de la reforma de la enseñanza logró echar las bases sólidas de un imperio que
alcanzaría el segundo lugar en el mundo.