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HISTORIA CONTEMPORANEA - Europa y la Revolución francesa
LOS NUEVOS ESTADOS
Pero ya la acción de la Francia revolucionaria había logrado algunos éxitos firmes en Europa.
La campaña de 1792, pese a la parquedad de los recursos con que contaba Francia, le había
proporcionado el dominio de los territorios de la margen izquierda del Rin en gran parte de su
extensión, Bélgica, Saboya y Niza, conquistas que fueron completadas en la campaña de 1794 y
reconocidas en los tratados de Basilea y La Haya (1795). Y algo más importante: la República
Bátava se organizó entonces siguiendo el modelo de las instituciones democráticas francesas.
Cosa semejante ocurrió con la República Cisalpina, constituida como resultado de la campaña
de Bonaparte en Italia. También allí las ideas democráticas quedaron arraigadas después del
tratado de Campo Formio, y ese territorio sería luego su centro de difusión en todo el territorio
de la Italia septentrional y central.
En efecto, independientemente de los triunfos efectivos logrados mediante la organización de
nuevos estados, el pensamiento revolucionario acompañó a los ejércitos de la república, como
acompañaría luego, a pesar de todo, a los ejércitos del Imperio. Seguros del éxito de su
propaganda, los generales y sus soldados afirmaban por todas partes que no eran los
representantes de una nueva potencia conquistadora, sino los emisarios de una revolución de
igualdad, libertad y fraternidad. Nada tan elocuente como la proclama de Bonaparte a los
italianos en 1796: "¡Pueblos de Italia! El ejército francés viene a destruir vuestras cadenas; el
pueblo francés es el amigo de todos los pueblos. Formad nuestra vanguardia. Vuestras
propiedades, vuestra religión y vuestras costumbres serán respetadas. Hacemos la guerra
como enemigos generosos y deseamos sólo la ruina de los tiranos que os oprimen".
Esta propaganda surtió efecto. Bona-parte y sus tropas fueron recibidos en las ciudades
italianas con el mismo entusiasmo con que lo fueron los otros ejércitos en las regiones renanas,
por parte de las masas populares que veían abatirse los poderes autocráticos que las
dominaban. Y aunque luego se sintieran oprimidos a su vez por el yugo francés, las ideas de
libertad y democracia quedaron firmemente arraigadas en ellas, y aptas para germinar en
nuevos intentos de tomarlas realidades.