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HISTORIA CONTEMPORANEA – La Europa de posguerra
LA SOCIEDAD DE NACIONES
El resultado más alentador de las negociaciones de paz parecía ser el establecimiento de la
Sociedad de Naciones, concebida por el presidente Wilson de los Estados Unidos. La sede de
la institución debía estar en la ciudad amiga de Ginebra y formarían parte de ella los países
vencedores y los neutrales que quisieran incorporarse.
Empero, una circunstancia adversa disminuyó su significación. Cuando el presidente Wilson
pidió al Senado de su país la aprobación de los convenios firmados y la autorización para que
los Estados Unidos ingresara en la Sociedad de Naciones, el partido republicano, que ya lo
había combatido mientras estaba en Europa, desató contra él una formidable oposición que
humilló y desautorizó al ilustre estadista. Puesta a votación, su gestión no contó con la
aprobación de los dos tercios de los votos del Senado que exige la constitución de los Estados
Unidos, de modo que ese país no sólo tuvo que firmar una paz por separado con Alemania en
1921, sino que se abstuvo de formar parte de la Sociedad de Naciones que su presidente había
contribuido a constituir. Había triunfado la política que predicaba el "aislacionismo".
Esta circunstancia debilitó considerablemente la posición de la Sociedad de Naciones, cuyo
fracaso, en términos generales, pudo advertirse al cabo de poco tiempo. Su organización, sin
embargo, era bastante sana. Estaba presidida por un consejo compuesto por delegados
permanentes y delegados rotativos, a fin de que no se estereotipara el criterio político general.
Sus funciones principales eran resolver en los casos de agresión, castigar con sanciones
internacionales a los países que violaran los tratados y trabajar por la reducción de los
armamentos.
La Sociedad debía también preocuparse de establecer una colaboración internacional en
distintos aspectos. La Organización internacional del trabajo procuraría elevar el standard de
vida de los trabajadores y resolver los problemas sociales; la Comisión de cooperación
intelectual trataría de desarrollar un mayor conocimiento recíproco entre los diversos países
por medio de un activo intercambio entre las minorías intelectuales; y la Corte permanente de
justicia internacional, integrada por los mejores juristas de cada país, debía resolver los
problemas de derecho internacional que le fueran sometidos. Algunas de estas instituciones
trabajaron con provecho y su labor ha dejado, sin duda, un saldo favorable.