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HISTORIA CONTEMPORANEA – La Europa de posguerra
LA SITUACION ESPIRITUAL DE EUROPA
Si la Sociedad de Naciones no cumplió
su cometido y permitió que se frustraran los nobles
ideales que habían inducido
a su creación, no fue culpa en particular
de nadie, sino el
resultado del estado de
espíritu que caracterizó el período que
se llama habitualmente la
"posguerra". Alemania no se
consideraba vencida ni lo estaba en rigor, si reparamos en
las
posibilidades que conservaba y los objetivos que seguía acariciando con la misma vehemencia
que antes de la derrota. Los países vencedores lo advertían, y para guiar su conducta tenían
que tener en vista no sólo las pérdidas que ya habían sufrido sino también las posibilidades
que les deparaba el futuro en todos los órdenes. En lo internacional, era imprescindible para
los regímenes capitalistas que los caracterizaban, asegurar los frutos de la victoria mediante un
severo control de las áreas económicas que 1 correspondían; pero el problema internacional se
comenzó a complicar con las nuevas situaciones creadas en Rusia, Italia y Alemania, así como
también con los problemas sociales que se desencadenaron en el resto de Europa sin que
pudiera salvarse de ellos ningún país. No fue posible hacer concesiones a la paz internacional,
porque nadie se sintió suficientemente seguro por sí mismo.
El ambiente espiritual de Europa, en efecto, era de desconfianza y de temor. La guerra había
dejado una terrible lasitud, una especie de irrefrenable desencanto, que pusieron de manifiesto
las numerosas novelas de guerra que aparecieron por entonces, y entre las que se destacó
particularmente la de Erich María Remarque titulada Sin novedad en el frena e. Egoísmo y
desilusión: tales eran lo.; rasgos de la existencia colectiva. Se lloraba la muerte de los héroes,
porque no se veía el fruto de tantos sacrificios ni el triunfo de la causa que justificara los diez
millones de muertos que habían quedado en los campos de batalla. Se sufría hambre y miseria,
y por ello surgieron en algunos países regímenes políticos que habían de conmover la paz
tarde o temprano. Pero se sufría todavía más el desconcierto, o acaso la vaga certidumbre de
que sólo se había luchado por los intereses c e quienes controlaban los grandes consorcios
financieros. En este estado de ánimo, el primer ensayo de colaboración internacional no podía
prosperar. Ya era mucho que llegara a intentarse y se sembrara una semilla que habrá de
fructificar un día. Pero las circunstancias obligaban a no dejar las armas pese al movimiento
pacifista representado brillantemente por Arístides Briand en Francia. Alguien había que no
las había dejado del todo, y mientras durara la amenaza no había más remedio que conservar
las posiciones conquistadas.