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HISTORIA MODERNA - La época de Felipe II
FELIPE II Y EUROPA
Heredero de la tradición de su padre, Felipe II continuó la guerra contra Francia, a cuyo rey,
Enrique II, derrotó en 1557 en la batalla de San Quintín; sin embargo, los franceses pudieron
reaccionar y lograron algunas ventajas tras las cuales Felipe II se avino a firmar un tratado no
demasiado desventajoso para ellos. Por la paz de Cateau-Cambresis, España y Francia llegaron
a un entendimiento bastante duradero, que puso fin a una guerra que llevaba medio siglo.
Sin embargo, la época que comenzó por entonces no fue de paz para Francia, porque a la
guerra exterior siguió un estado de guerra civil casi constante, motivada por razones
religiosas. El calvinismo había cundido en Francia entre ciertas capas sociales poderosas, y las
rivalidades de los grupos nobles se enconaron al complicarse con las divisiones religiosas. La
lucha se hizo más aguda a partir de 1560, cuando subió al poder Carlos IX; la más poderosa
influencia del reino era por entonces la reina madre —Catalina de Médicis—, y a su alrededor
se movían las del almirante Coligny, jefe del partido hugonote o protestante, y la del duque de
Guisa, jefe del partido católico; todavía podían advertirse tras ellas las influencias de Felipe II
y de Isabel de Inglaterra, apoyando cada uno de ellos a católicos y protestantes.
Este complicado juego de fuerzas se fue resolviendo hasta presentarse como las de dos grupos
irreductiblemente hostiles. En 1562 hubo una matanza de hugonotes en Vassy, a la que siguió
una guerra civil continuada hasta 1570; se hizo entonces una tregua, de la que resultó un
ascenso de los jefes protestantes a ciertas posiciones destacadas; y por esta causa, los celos del
grupo católico, estimulado por Catalina de Médicis, desencadenaron la matanza de la noche
de San Bartolomé (1572). El episodio fue nuevo punto de partida para intensas luchas civiles
que duraron casi hasta fines del siglo XVI; en 1589 subió al trono Enrique de Navarra —
Enrique IV— que era de origen protestante, y aunque tuvo que arrostrar la resistencia de los
católicos más intransigentes apoyados por Felipe II, concluyó al fin por imponerse luego de
haberse convertido al catolicismo en vísperas de su entrada en París. En 1598 dictó el rey el
famoso edicto de tolerancia, dado en Nantes, por el que establecía la tolerancia religiosa y
separaba el problema religioso de las cuestiones de estado.
LA NOCHE DE SAN BARTOLOME. El odio incontenible entre católicos y hugonotes hizo
crisis durante la noche del 24 de agosto de 1572 en París. Este grabado de la época ilustra la
feroz carnicería que costó a los protestantes gran número de víctimas.
También fue un conflicto civil, en cierto modo, el que tuvo que afrontar Felipe II en los Países
Bajos por razones religiosas. Habíase difundido allí intensamente el protestantismo y Felipe II
encomendó a la Inquisición que lo reprimiera. Pero a la represión siguió el levantamiento, que
exigió la mano dura del duque de Alba para ser contenido; sus tropas ocuparon las ciudades y
estableciéronse severísimos tribunales para juzgar a los rebeldes; pero ni aun así se puso fin a
la contienda; antes bien, la insurrección se hizo general y la encabezó el príncipe Guillermo el
Taciturno, el cual, con la ayuda de Inglaterra, pudo declarar la independencia de España y
continuar la lucha hasta conseguir su objetivo. Sólo Flandes, donde predominaban los
católicos, abandonó la resistencia y se mantuvo al lado de España.
Entre tanto, Felipe II tuvo que sostener duras guerras exteriores con el Imperio otomano, con
Inglaterra y con Portugal.
Los turcos, que habían operado contra Carlos V en unión de Francia, parecían llegados a su
máximo poder en época de Solimán el Magnífico (15201566). Su acción se hacía sentir sobre
todo en el Mediterráneo, y por tal razón Felipe llegó a un acuerdo con Venecia para
enfrentados decididamente. El resultado de ese acuerdo fue una campaña naval que culminó
en la batalla de Lepanto (1571). Mandaba la flota española don Juan de Austria, y servía en
una de las naves Miguel de Cervantes Saavedra, el autor del Quijote. La victoria española puso
un freno a la expansión marítima de los turcos.
En Inglaterra, la reina Isabel había subido al trono en 1558, y desde entonces habían cobrado
apoyo decidido los protestantes de dentro y fuera del reino. Por su intervención indirecta en la
rebelión de los Países Bajos, la reina Isabel se atrajo el odio del rey de España, el cual, a su vez,
no vaciló en apoyar a la pretendiente católica a la corona, María Estuardo. Esta lucha se puso
de manifiesto cuando los corsarios ingleses, con el beneplácito de la reina, comenzaron a
interponerse en las rutas de las naves españolas que venían de América para apoderarse de las
riquezas que transportaban. Felipe II decidió acabar de una vez con aquella situación y
preparó una formidable escuadra que transportaría un ejército de invasión. Pero la fortuna no
le fue favorable; una tempestad dispersó los barcos, hundió muchos de ellos y malogró la
operación, mientras las naves inglesas completaban la obra atacando una a una a las de los
enemigos (1587).
De esta lucha, España salió disminuida en su prestigio e Inglaterra, en cambio, fortalecida. Con
el apoyo del conde de Essex, de Francisco Drake, de Walter Raleigh, la reina Isabel iba
afirmando la posición de su país en los mares, lograba al mismo tiempo ordenar su gobierno
absolutista sobre sólidas bases. A ella se debió la organización definitiva de la religión
anglicana, fundada por su padre Enrique VIII, en la que mantuvo el ritual católico, pero
prefiriendo el sistema dogmático ideado por Calvino. Su época fue también la más brillante
desde el punto de vista de la cultura, pues por entonces floreció Shakespeare.
Con respecto a Portugal, Felipe II sustentaba la idea de que era imprescindible su anexión para
completar la unidad de España, cuyo proceso iniciaron los Reyes Católicos. La ocasión pareció
favorable en 1578, cuando murió el rey don Sebastián. Felipe pretendió que se reconocieran los
derechos que aducía por ser hijo de Isabel de Portugal; pero al ver que los portugueses
pretendían llevar al trono a otro pretendiente, decidió invadir el país y pudo completar la
operación rápidamente (1580). Desde entonces, y durante sesenta años, la Península Ibérica
formó un solo cuerpo político.
FELIPE II. Heredero de Carlos V, Felipe II perseveró en su política con tenacidad. Era un
hombre melancólico y severo que se propuso regir personalmente sus vastos estados.