Textos    |    Libros Gratis    |    Recetas

 

.
HISTORIA MODERNA - La época de Carlos V
LA GUERRA INTERNACIONAL
En los últimos años del siglo XV, los franceses y los españoles habían dirigido sus ojos a Italia
con ánimo de establecerse en ella. Existían allí un cierto número de estados independientes y
rivales que, por su debilidad y su riqueza, tentaban a los poderosos señores vecinos: fuera de
los Estados Pontificios, los ducados de Milán y Saboya, las repúblicas de Venecia, Génova y
Florencia, y el reino de Nápoles eran los más importantes.
En 1499, Luis XII de Francia tomó posesión del Milanesado y lo retuvo algunos años; pero el
papa Julio II organizó contra él una alianza general y logró expulsarlo de allí en 1513. Sin
embargo, el nuevo rey de Francia, Francisco I, logró reconquistar esa región en 1516, después
de triunfar en la batalla de Mariñán.
En el sur, también quiso Luis XII apoderarse de Nápoles, que estaba en manos de Federico III,
de origen aragonés. Para neutralizar el apoyo que pudiera prestarle el rey de Aragón,
Fernando el Católico, de quien era primo, Luis ofreció a este último realizar conjuntamente la
operación y dividirse el territorio. Fernando aceptó, y con la ayuda de las tropas españolas
pudo Luis XII terminar prontamente la conquista en 1500. Pero la aventura no terminó allí; en
1502 Fernando decidió arrebatarles a los franceses el reino de Nápoles y se volvió contra él;
dos años después, Nápoles era posesión exclusivamente española y se agregaba a los estados
que debía recibir luego Carlos V.
Así, enfrentados en Italia, donde cada uno de ellos poseía una sólida base de operaciones,
Francisco I y Carlos V no podían sustraerse a las asechanzas de la guerra. Todo contribuía a
ponerlos frente a frente: la Borgoña, Navarra, el Milanesado, en parte por razones de
seguridad de uno o de otro, en parte por necesidades estratégicas o políticas. En 1520 se
iniciaron las operaciones, y Carlos logró apoderarse del Milanesado, pero los franceses,
mandados por el propio Francisco I, lo reconquistaron y comenzaron a presionar a los
imperiales. En esas circunstancias, en la batalla de Pavía, el rey de Francia fue hecho
prisionero' y llevado a Madrid, donde se lo retuvo hasta que firmó un tratado desastroso para
su patria, pues reconocía el derecho español a la Borgoña y cedía los suyos a Flandes, Artois,
Nápoles y Milán (1526).
Las guerras se sucedieron con sólo breves interrupciones. Vuelto a Francia, Francisco I buscó
aliados, y si el emperador anuló la posible acción del papa entrando a saco en Roma (1527),
Francisco I logró que las fuerzas otomanas amenazaran la capital del imperio por la
retaguardia; ante este riesgo, Carlos V cedió y se avino a firmar un tratado por el que
renunciaba a la Borgoña (1529). Dos veces más, desde 1536 hasta 1538 y desde 1544 hasta 1546,
volvieron a combatir las fuerzas rivales con éxito variado pero nunca concluyente. Y cuando
murió Francisco I, en 1547, su hijo Enrique II debió continuar la guerra contra el enemigo de su
padre, aliándose esta vez a los príncipes protestantes que lo combatían en Alemania. De este
modo, Carlos se vio complicado en una guerra civil y extranjera a un tiempo, y comenzó a
perder terreno, hasta el punto de ser derrotado gravemente frente a la ciudad de Metz, en
1553.
Poco después, Carlos V resolvió abdicar y dividió sus estados. Su hijo Felipe recibió el trono de
España, Italia y los Países Bajos, con los territorios americanos anexos a la corona de Castilla.
En cuanto a las posesiones tradicionales (le los Habsburgo, fueron transferidas a su hermano
Fernando, en quien recayó también la corona imperial en 1556.
La abdicación de Carlos V resolvió, en cierto modo, el problema que planteaba a los demás
estados su indiscutible hegemonía, aun cuando la solidaridad de las dos ramas de la casa de
Austria volviera a ponerse de manifiesto en otras ocasiones. Pero todo parecía revelar que un
imperio tan vasto era ya en Europa una quimera irrealizable.
ENTREGA DE LA "CONFESION DE AUGSBURGO". El 25 de junio de 1530 le fue entregado
al emperador Carlos V el texto de la "Confesión de Augsburgo", documento preparado por
Melanchton, en el que se resumía la doctrina de Lutero.