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HISTORIA MODERNA - Austria y el ascenso de Prusia
AUSTRIA Y LA GUERRA DE SUCESION
Para el Imperio, la legitimidad de la sucesión tenía una importancia política decisiva. En
efecto, la persona del monarca era, en realidad, el único nexo que unía al vasto conjunto de
estados nacionales que formaban el Imperio, algunos de los cuales eran verdaderos reinos
celosos de su relativa autonomía.
Ahora bien, entre 1711 y 1740 reinó en Austria Carlos VI, quien por no tener sino una hija
mujer, veía con inquietud el futuro de la corona imperial. Las mujeres, en efecto, estaban
excluidas por la ley Sálica de la herencia real, y Carlos VI suponía con fundamento que el
conflicto a que daría lugar su sucesión contribuiría a desmembrar rápidamente el Imperio.
Para impedirlo, resolvió el emperador modificar el régimen sucesorio y legalizar la situación
de su hija María Teresa como heredera legítima al trono, y a tal fin dictó la Pragmática sanción
que lo establecía así.
Era necesario que las potencias de Europa aceptaran esta decisión, y Carlos VI negoció su
reconocimiento por Inglaterra y Francia. Con esta última, sin embargo, tuvo entre tanto un
conflicto armado por la sucesión de Polonia, debido al cual se luchó en Italia desde 1733 hasta
1738. La consecuencia fue la expulsión de los austriacos del reino de Nápoles, donde se
instauró una rama de la casa de Borbón; pero de esta guerra surgió un entendimiento entre
Francia, Inglaterra y Austria, debido al cual esta última, a cambio de algunas pérdidas, obtenía
el reconocimiento de la Pragmática sanción.
Sin embargo, cuando en 1740 subió María Teresa al trono, el conflicto no pudo ser evitado. Se
oponía a sus derechos el elector de Baviera Carlos Alberto y el rey de España Felipe V, con
quienes se aliaron Francia, Inglaterra y Prusia, movida cada una de ellas por distintos
designios; y frente a esta vasta coalición, María Teresa, la joven emperatriz, no disponía sino
de limitados recursos y de su escasa experiencia política. Empero, muy pronto dio muestras de
su valor. Refugiada en Hungría, se aseguró la fidelidad y el apoyo de los húngaros y pudo
negociar con Federico II de Prusia, que había intervenido en el conflicto sólo para obtener la
posesión de la Silesia, con la que soñaba. Ante la gravedad de la situación, María Teresa
sacrificó la Silesia, y una vez libre de preocupaciones por ese lado, dirigió todos sus esfuerzos
contra Carlos Alberto de Baviera, cuyos territorios ocupó. Este cambio de la situación le
permitió entablar negociaciones en condiciones más ventajosas, y aunque perdió
definitivamente la Silesia —cedida a Prusia— y tuvo que entregar Parma a un hijo de Felipe V,
su situación como emperatriz quedó firmemente establecida y nada pudo conmoverla de allí
en adelante.