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HISTORIA MEDIEVAL - Los principales Estados en la baja Edad Media 
ITALIA
Desde hacia siglos, Italia no era sino una unidad geográfica, dentro de la cual coexistían
diversos poderes políticos. Durante la baja Edad Media eran numerosos los Estados que se
habían constituido; en el Sur hubo dos: Sicilia y Nápoles, que, habiendo estado unidos hasta el
siglo mil, se separaron luego y volvieron a unirse en el siglo XV bajo la autoridad de la dinastía
aragonesa; en el centro estaban los Estados papales, en los cuales había algunas ciudades
importantes y muchos señoríos que gravitaban considerablemente en la política de los
pontífices; y en el Norte, en fin, estaban las ricas ciudades libres, que constituían por entonces
uno de los núcleos más importantes de la vida económica del Mediterráneo.
En general, estas ciudades habían pertenecido —o pertenecían— al Sacro Imperio, pero habían
logrado, total o parcialmente, su independencia. Esta situación se debía al esfuerzo de la activa
burguesía que, en el comercio, en la industria o en las finanzas, había logrado acumular
grandes riquezas, con las cuales la ciudad podía asegurar y defender su autonomía. En efecto,
casi todas las ciudades lograron sus privilegios con su dinero; pero no es menos cierto que,
muy pronto, organizaron ejércitos mercenarios que pudieran servirlas; los condotieros o jefes a
sueldo los mandaban con mayor o menor fidelidad, y algunas ciudades guardaban recuerdo
imborrable de sus hazañas; así Venecia y Padua inmortalizaron en el bronce a Colleoni y a
Gattamelata, por obra de Verrochío y Donatello.
Gobernadas por la burguesía, las ciudades italianas solían dividirse en partidos políticos que,
con frecuencia, correspondían a intereses encontrados de diversos grupos; a veces, las reyertas
civiles adquirieron proporciones de verdadera guerra, y, casi siempre, denotaban una
extraordinaria intensidad en las pasiones.
En el Norte, podían advertirse, en la baja Edad Media, tres núcleos bien definidos. Milán
aglutinaba al Piamonte y la Lombardía y ponía bajo su autoridad a Génova, que le servía de
puerto; Venecia reunía todo el este de la llanura italiana del Norte y extendía su influencia por
la costa adriática; y, finalmente, Florencia tendía a tornarse cabeza de la Toscana y extendía
aun más allá su acción económica.
Milán había llegado a ser la ciudad más importante de la Liga Lombarda, constituida en el
siglo XII para luchar contra el emperador de Alemania; desde entonces, y pese a algunos
reveses, no había dejado de prosperar económicamente por la actividad de su comercio y sus
industrias; así, llegó un momento en que sus fuerzas militares —constituidas por soldados
pagados y mandadas por un condotiero— debieron ser considerables para asegurar su
hegemonía. Esta circunstancia trastornó su vida política; los condoticros se apoderaron del
poder y la ciudad perdió su antiguo re-gimen democrático para transformarse en un ducado,
beneficiándose con la dignidad ducal los Visconti primero y los Sforza después.
Por su parte, Venecia marchó desde el régimen democrático hacia una aristocracia comercial
cada vez más hermética. La ciudad había medrado gracias a sus relaciones con el Imperio
Bizantino, que le habían permitido desarrollar un comercio bastante activo por las rutas del
mar Adriático y del Mediterráneo oriental; después de la cuarta cruzada —en 1204— esas
rutas pasaron a ser exclusivas de Venecia, que se enriqueció enormemente, pues por aquéllas
se difundía en Europa el comercio de Oriente que llegaba a la rica ciudad del Bósforo. En los
últimos siglos medievales, la riqueza que afluyó a la ciudad se fue concentrando en las manos
de los negociantes más poderosos, los cuales procuraron restringir el acceso al poder de todos
los que no pertenecían a su pequeño círculo. Esa aristocracia mercantil fue la que, en realidad
gobernó la ciudad. Si al frente del gobierno había un doge, que tenía la apariencia del poder,
en la práctica todos los mecanismos políticos contribuían a asegurar a los ricos comerciantes el
control de la vida pública; y cuando alguno de los doge pretendió ejercer un poder personal, la
aristocracia mercantil cayó enérgicamente sobre él y desbarató sus planes.
Desde el siglo XV, la situación de Venecia comenzó a debilitarse; la aparición de los turcos
otomanos y su progresivo dominio del Mediterráneo oriental comenzaron a limitar las
posibilidades comerciales de la ciudad del Adriático y la obligaron a buscar en Italia su área de
expansión; de ese modo se vio mezclada en las luchas que ensombrecieron la península a fines
del siglo XV, y en ellas comenzó a perder la situación de predominio que había alcanzado
como potencia marítima.
Florencia, por su parte, hizo su fortuna con el trabajo de sus talleres y de sus artesanos. Si las
tejedurías tuvieron que soportar al principio la competencia de la producción flamenca, en
cambio la industria de lujo, y especialmente la orfebrería, le permitió afirmar su riqueza; poco
después, el afinamiento de su industria textil le aseguró una posición destacada, y su situación
en el centro de Italia le proporcionó una actividad comercial singularmente fructífera. Así
surgió en Florencia una burguesía rica y próspera, ambiciosa e inteligente; la pasión del poder
dividió a los florentinos en facciones que lucharon con frecuencia entre sí; primero los güelfos
y gibelinos; luego los blancos y los negros; finalmente, los gremios de intereses encontrados.
Esta larga sucesión de conflictos civiles dio una notable intensidad a la vida política florentina,
y, al fin, permitió el encumbramiento de una familia de banqueros que dominó todos los
resortes de la vida pública. Esta fue la famosa familia de los Médicis.
La influencia de Florencia se extendió poco a poco por toda la Toscana; una a una cayeron bajo
su autoridad las más importantes ciudades vecinas, y Pisa se tornó el puerto de toda la región,
bajo la autoridad de Florencia. De ese modo, entró en competencia con los otros dos grandes
núcleos políticos de la Italia septentrional —Milán y Venecia— y esta situación contribuyó a
afirmar el desmembramiento de Italia. En efecto, como Alemania, Italia se mantuvo
disgregada y fue, por su riqueza y su debilidad, la presa ambicionada de los poderosos
estados vecinos que se habían consolidado formando unidades de poder cuyo potencial
superaba al de los pequeños estados italianos: España y Francia.
VENECIA. PALACIO DUCAL. A orillas del Canal Mayor y junto a la soberbia catedral de San
Marcos, el palacio ducal de Venecia, de severo estilo gótico, reflejaba la grandeza y el poderío
económico de la Señoría. Era la sede del gobierno del dóge o duce, es decir, del primer
magistrado.