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HISTORIA MEDIEVAL - Los musulmanes 
LA EXPANSION MUSULMANA
Guerreros consumados, los árabes se sintieron movidos por las palabras de Mahoma a la lucha
incesante contra sus vecinos infieles. La lucha, además, no era difícil, porque los estados que
rodeaban al mundo árabe —el Imperio Bizantino y el Imperio Persa— no parecían por
entonces capaces de ofrecer gran resistencia. Así fue como los sucesores de Mahoma —que
recibieron el nombre de califas— emprendieron la conquista de las regiones vecinas.
El primero de las califas, Abú-Bekar, cuyo reinado duró desde 632 hasta 634, debió afirmar la
autoridad de los musulmanes sobre la Arabia, donde había todavía infieles y muchos que, al
morir
Mahoma, habían abandonado la fe. Pero en dos violentas campañas pudo echar las
bases del imperio con la conquista de la Palestina, que arrebató al Imperio Bizantino, y de la
Mesopotamia, que quitó a los persas.
Su sucesor fue Omar. En los diez años de su gobierno (634-644), Omar terminó la conquista de
la Siria y llegó a las puertas del Asia Menor ante el espanto de los bizantinos, que no
sospechaban el vigor de este nuevo enemigo. Pero no concluyó allí su empresa; marchó sobre
el Egipto y se apoderó de él, agregando luego la Persia a la ya vasta extensión del califato. Con
ello, Omar se halló dueño de un inmenso territorio que, de no organizarse prestamente, podía
disgregarse. Omar se dedicó, pues, a ordenar su gobierno y su administración, revelando en
esta empresa un raro talento.
El Corán decía: "La tierra es de Dios, quien concede su gobierno a los musulmanes". Este
principio legitimaba la conquista y daba fundamento suficiente a la autoridad de los califas.
Pero Omar era, además, un hábil político y procuró no desatar contra la dominación
musulmana el odio de las poblaciones dominadas. En consecuencia, permitió que los no
musulmanes siguieran poseyendo sus bienes y aun profesando su religión, con la condición de
que, en ambos casos, pagaran el correspondiente impuesto. Poca cosa fue lo que innovó el
califa en materia de organización municipal o en lo referente a la propiedad de la tierra;
confiado en las guarniciones militares que custodiaban las ciudades y los lugares estratégicos,
Omar no vaciló en entregar la administración a funcionarios originarios de la región, a los que
hacía vigilar celosamente hasta convencerse de su fidelidad. De ese modo, la conquista árabe,
en general, no fue mal vista y permitió el desarrollo de los distintos países, en mejores
condiciones, a veces, que antes.
Los dos califas que le siguieron, Otmán (644-656) y AH (656-661), no extendieron las
conquistas porque sus reinados se vieron comprometidos por los primeros síntomas de la
contienda civil. En efecto, hasta ahora, la sucesión del Profeta había caído en manos de sus
fieles más adictos, de modo que sus derechos parecían indiscutibles; pero resultaba cada vez
más difícil determinar quién heredaría el califato, puesto que no había quedado regla alguna al
respecto. La familia del Profeta, por una parte, y los otros aspirantes al poder por otra,
iniciaron una contienda que muy pronto bañaría en sangre al mundo islámico. En 661, Alí fue
asesinado; el gobernador de Siria, Moawiya, encabezaba la oposición y pudo, con sus fuerzas,
apoderarse del poder; entonces se estableció la sede del gobierno en Damasco y empezó una
nueva era en la historia del islamismo, que se apartaba por primera vez de La Meca, la antigua
capital religiosa.
GRANADA. PATIO DE LA ALHAMBRA. El palacio-fortaleza que construyeron los reyes de
Granada, llamado la Alhambra, estaba constituido por diversos núcleos de edificación
alrededor, cada uno de ellos, de un patio. Este, como era frecuente en la arquitectura árabe,
tiene como principal elemento decorativo una hermosa piscina situada en el centro.