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HISTORIA MEDIEVAL - Los musulmanes 
EL CALIFATO DE DAMASCO
La dinastía que fundó Moawiya se conoce con el nombre de oméyade y residió en Damasco.
Su gobierno duró hasta mediados del siglo VIII, en que fue depuesta por una nueva guerra
civil.
A los esfuerzos de los califas omeyas se debió la conquista del norte de Africa y, luego, de la
Península Ibérica y el sur de Francia; hacia el Este, entre tanto, los musulmanes se extendieron
desde el Korassán hasta la China occidental, estableciendo así un vínculo con el Oriente lejano
que estaba destinado a tener importantes consecuencias. Por el Norte, en cambio, sus
progresos fueron escasos, porque, en 739, el emperador de Constantinopla, León III Isáurico,
los detuvo en el Taurus y fijó allí la frontera entre ambos estados.
La época del califato de Damasco es muy importante en la evolución del mundo islámico. De
acuerdo con su política, los árabes no destruyeron nada de lo que encontraron; por el
contrario, trataron de asimilar todo lo que allí les pareció estimable, y, en consecuencia, se
comenzó entonces a realizar la fusión cultural que, con el sello islámico, dio contenido a la
cultura musulmana.
De las tradiciones bizantina y persa obtuvieron los califas de Damasco las mejores enseñanzas
en materia de organización política y administrativa; no desdeñaron la ayuda de los antiguos
funcionarios de uno y otro origen, y ellos montaron el sistema de gobierno del califato, para el
cual, sin duda, no proporcionaba elementos la tradición del Corán. Sólo cuando había
contradicción flagrante con los preceptos coránicos se dejaban de lado los principios políticos,
administrativos y jurídicos de los países conquistados, o también si entrañaban algún peligro
para la seguridad de la conquista o para su conveniente explotación. Algo semejante ocurrió
en materia de economía. Ni las técnicas agrícolas ni los métodos industriales ni la organización
comercial de aquellos dos estados —Bizancio y Persia— fueron destruidos o descuidados; por
el contrario, se los desarrolló y se los llevó, si convenía, a los lugares donde no habían
arraigado. Y, finalmente, cosa semejante ocurrió en materia de artes plásticas y de toda clase
de conocimientos; allí conocieron los estilos arquitectónicos de antigua tradición, las obras
griegas de filosofía y de ciencia, las tradiciones orientales sobre problemas religiosos y
cosmológicos; todo ello fue estudiado con celo, conservado con fervor y profundizado con
paciencia. Así se formó, con el aporte de aquellas culturas seculares, ese complejo que se llama
cultura islámica. Digamos desde ahora que no por eso careció de originalidad. Los
musulmanes tenían una concepción de la vida y del mundo muy arraigada para poder
desprenderse de ella, y supieron infundir a aquella amalgama un sello peculiar, caracterizado
sobre todo por la doctrina que se expresa en el Corán.
A guisa de ejemplo, digamos que de esta época datan las primeras construcciones
musulmanas, la mezquita de Omar, en Jerusalén, y la gran mezquita de Damasco.
CORDOBA. PATIO CON REJA. Durante la época de su dominio, los árabes construyeron
infinidad de magníficos monumentos. El grabado ilustra uno de los típicos patios de Córdoba,
con su notable reja hecha en hierro forjado.