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HISTORIA MEDIEVAL - El Imperio Bizantino
JUSTINIANO Y SU EPOCA
Sobre este antecedente se basó Justiniano, emperador desde 527 hasta 565, para intentar la
reconquista de sus perdidos dominios. Justiniano constituye un hito en la historia del Imperio
Bizantino. De familia humilde, su tío —Justino I— había escalado el imperio por obra de la
intriga y de la fuerza; a su muerte entregó el poder a su sobrino Justiniano, quien había sido su
consejero durante su reinado, y entonces comenzó una era de esplendor para Constantinopla.
Justiniano era hombre de resoluciones arriesgadas, y acaso lo era aun más su esposa, la
emperatriz Teodora, que tenía sobre él gran ascendiente; pero era,
sobre todo, hombre de
extraordinario talento como organizador administrativo y político. Logró, pues, reconstruir las
fuerzas del imperio y ponerlas en condiciones de servir sus ambiciosos planes.
Su política exterior fue categórica. Debía reconquistar la mitad del imperio que había caído en
manos de los enemigos, a la cual no habían renunciado nunca los emperadores de
Constantinopla y cuyo derecho, en verdad, tampoco había sido negado por los reyes
germánicos. Para cumplir este plan comenzó por gestionar una paz con el Imperio Parto, cuya
frontera constituía una constante amenaza para los bizantinos. Una vez lograda, preparó sus
fuerzas y lanzó una vigorosa ofensiva contra el reino vándalo de Africa, que el general
Belisario consiguió reconquistar en una campaña bastante breve, en el año 534.
El norte del Africa occidental fue, desde entonces, una excelente base de operaciones contra
Italia, que constituía la aspiración suprema de Justiniano. En 540 comenzó la campaña contra
los ostrogodos; apoyaba a los bizantinos, dentro de Italia misma, la antigua población romana
y, especialmente, los católicos, frecuentemente perseguidos por
el Estado ostrogodo, que
profesaba el arrianismo. Sin embargo, no fue la campaña ni fácil ni breve. Los ostrogodos se
resistieron fieramente y, entre tanto, la eficacia de las armas bizantinas se vio disminuida por
la rivalidad entre los generales Belisario y Narsés, que se disputaban con variable éxito el favor
del emperador. La consecuencia
fue que la campaña se
prolongó durante quince
años, a lo
largo de los
cuales los ostrogodos estuvieron a punto de malograr los esfuerzos de sus
enemigos; pero al fin, algunas discordias surgidas entre ellos facilitaron el éxito y toda la Italia
cayó en manos del ejército de Constantinopla en 555.
También intentaron por entonces los bizantinos apoderarse de España. Valiéndose de las
disputas entre católicos y arrianos, apoyaron al primero de esos grupos y desembarcaron en el
sudeste de la península, instalándose allí por algún tiempo. Pero el destino de la ocupación
bizantina era precario. Si Justiniano pudo polarizar los esfuerzos hacía ese objetivo durante
algún tiempo, otras graves preocupaciones debían atraer su atención y la de sus sucesores, de
modo que muy pronto debieron ceder posiciones en el Occidente.
En efecto, las fronteras del Imperio Bizantino sufrieron durante el siglo VI serios embates. Los
hunos, los búlgaros, los eslavos y algunos otros pueblos aparecieron en son de conquista y se
necesitaron serios esfuerzos para contenerlos más allá del Danubio. Justiniano no confió sólo
en sus ejércitos; hombre de empuje, resolvió levantar sobre toda la frontera del imperio una
vasta línea de defensas amuralladas en las cuales encontraban apoyo las tropas defensoras. De
estas obras quedan en pie algunos restos que muestran aún su solidez.
JUSTINIANO. Un mosaico de la iglesia de San Vital de Ravena representa al gran emperador
bizantino del siglo VI con los atributos de su dignidad: dalmática y diadema.