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HISTORIA MEDIEVAL - La filosofía, las letras y las artes en la baja Edad Media 
LAS ARTES PLASTICAS
El desarrollo de las ciudades dio un nuevo impulso a las artes plásticas. Ya el estilo románico
había diseñado una tendencia arquitectónica bien definida, que se puso de manifiesto en
castillos y catedrales; pero el estilo románico poseía cierta simplicidad —de abolengo clásico—
que no satisfizo al gusto de los burgueses, a los cuales la riqueza y el conocimiento de las artes
orientales conducían a una concepción monumental y ornamental de la arquitectura. Así,
sobre los esquemas constructivos del estilo románico, comenzó a elaborarse un sistema
arquitectónico más complejo: el estilo ojival, llamado también estilo gótico.
Los monumentos más notables del estilo ojival fueron las catedrales. Emplazada en un lugar
prominente de la ciudad, la catedral debía ser el orgullo de sus habitantes; se la construyó
generalmente con la ayuda económica de todos y aun con el trabajo desinteresado de muchos;
por eso se elevó despaciosamente, cambiando a veces el plan primitivo, y agregando siempre
lo que, según los gustos predominantes, podía hacerla más hermosa, más llamativa, más
imponente. Obra colectiva, la catedral era no sólo un monumento a la fe sino que lo era
también al poderío material de la burguesía.
Las catedrales ojivales mantuvieron la planta de las románicas. Solían tener tres o cinco naves
separadas entre sí por hileras de columnas, y no faltaba la nave transversal, que formaba el
crucero, ni los ábsides, que perfeccionaban su diseño. La mayor ostentación solía estar en las
fachadas, que presentaban tantos pórticos como naves, componiéndose cada uno de ellos de
una puerta y un conjunto ornamental de columnas y arcos. A los costados y en el centro se
levantaban las torres, en número variable según la suntuosidad de la construcción.
Como en el estilo románico, la iluminación del interior se lograba por medio de ventanas que
se cerraban con vitrales de fino trabajo. Uniendo fragmentos de vidrio, con unas varillas de
plomo se perfilaban figuras de fino dibujo y colores vivos; gracias a estos vitrales —que, a
veces, como en la catedral de Chartres, son obras maestras en el género— las catedrales
recibían una luz tenue y coloreada que creaba un ambiente recogido y espiritualizado. En el
frente, solía hallarse un rosetón —ahora de arcos ojivales— que también se cerraba con
vitrales.
Lo propio del estilo ojival es la prolijidad con que se confeccionaban todos sus elementos. La
enorme altura de las naves obligaba a reforzar exteriormente los muros con unos arbotantes,
cuya piedra se labraba cuidadosamente; lo mismo pasaba con las columnas, que debían ser
sólidas, aunque se aligeraban uniendo en haces varias columnas finas y esbeltas y rematadas
en hermosos capiteles esculpidos. Pero donde el gusto ornamental quedaba más en evidencia,
era en las numerosas estatuas que adornaban el templo. Ya los pórticos mostraban enjambres
de figuras —una por columna— cada una de las cuales merece hoy la admirativa
contemplación del entendido. En el interior, en las hornacinas y capillas, se veían imágenes
llenas de patetismo y de belleza formal, en las que, naturalmente, no primaban los principios
estéticos del clasicismo sino otros cánones originales, nacidos del sentimiento propio de la
época.
Quizá haya sido en Francia donde el estilo ojival alcanzó más alto esplendor. Las catedrales de
París, Reims, Chartres, Amiens, Laon, Estrasburgo, Bourges y tantas otras ponen de manifiesto
la audacia de la concepción y la finura de la labor de los arquitectos y artesanos. En Alemania
se destacan las catedrales de Colonia, de Francfort, de Tréveris, de Ulm y de Ratisbona, y las
iglesias de San Sebaldo y San Lorenzo en Nuremberg. Deben citarse, en otros países: en
España, las catedrales de Toledo, Burgos, Avila, Sevilla y Barcelona; en Bélgica, la iglesia de
Santa Gúdula, en Bruselas y la catedral de Malinas; en Italia, las de Milán y Bolonia; en
Inglaterra, las de Salisbury, York y Lincoln.
Además de las catedrales, se construyeron en estilo ojival algunos monasterios magníficos por
su estructura arquitectónica y su decoración; pero no se agota con esto la veta de este estilo,
sino que queda todavía por señalar la importancia que adquirió por entonces la arquitectura
civil.
Los edificios más característicos fueron las casas municipales y los mercados. Las casas
municipales eran vastos edificios de varios pisos en los cuales tenía su sede el gobierno de la
ciudad; estos edificios fueron particularmente suntuosos en las ricas ciudades comerciales y,
sobre todo, en las ciudades libres. Como la catedral, la casa municipal era el orgullo de los
ciudadanos y se solía confiar su decoración a los más afamados artistas, de modo que, tanto en
su exterior como en los interiores, tales edificios presentaban un aspecto rico y agradable.
Merecen citarse, entre todos, los edificios del concejo de las ciudades de Malinas y Bruselas;
son
también hermosos ejemplares los de Brujas, en Bélgica; Oberlanhstein, en Alemania;
Perusa y Venecia, en Italia, este último conocido con el nombre de "palacio de los dogos" y
sumamente original por sus caracteres exteriores y el lujo de su decoración interior. También
es muy característico el mercado de Brujas y no lo es menos la Casa Lonja de Zaragoza.
AMIENS. CATEDRAL. Pórtico principal de la catedral de Amiens, uno de los más importantes
monumentos góticos de Francia. Obsérvense las hileras de estatuas que decoran sus tres
soberbios pórticos, todas las cuales instituyen notables obras de arte escultórico.