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HISTORIA MEDIEVAL - La Europa feudal 
LAS INVASIONES DE LOS SIGLOS IX Y X
Ya se ha dicho que los reinos romano-germánicos mostraban una marcada tendencia a la
disgregación. La escasa significación de la autoridad real, el poder de la aristocracia y los
derechos que daba la conquista contribuían a debilitar la autoridad central y a fortalecer las de
los delegados que gobernaban directamente en una comarca. Pero aun así hubiera podido
contenerse esa disgregación si, como en el caso de Carlomagno, la corona real hubiera recaído
en manos de hombres de excepcionales dotes de gobernantes. No ocurrió así después del gran
emperador y, por el contrario, nuevas circunstancias agravaron la situación; en efecto, durante
el siglo IX comenzaron a aparecer en las regiones fronterizas nuevas olas de invasores, cuya
amenaza puso a prueba la eficacia de la monarquía; la experiencia enseñó entonces que cada
cual debía defenderse por sus propios medios; por eso la monarquía salió debilitada de la
prueba, y fortalecida, en cambio, la autoridad de los señores locales.
Estas segundas invasiones tuvieron un carácter distinto con respecto a las del siglo v. Más que
pueblos lanzados en masa para ocupar los territorios, fueron ahora bandas desprendidas de
pueblos en muchos casos ya fijados, cuya finalidad era exclusivamente el saqueo y el pillaje.
Su ataque se sintió en todas las fronteras y su rechazo correspondió a quienes, en esas regiones
limítrofes, debían sufrir los más duros embates.
Las costas del Mediterráneo sufrieron los ataques de los musulmanes; instalados en España y
en Africa, les era fácil llegar por sorpresa a las costas meridionales de Francia y a las de Italia,
donde, a veces, trataron de establecerse, pero donde, sobre todo, procuraban obtener el rápido
provecho que proporcionaba el asalto de las naves mercantes o el saqueo de las ciudades. Del
mismo modo actuaron los normandos en las costas del Báltico, del mar del Norte, del
Atlántico y aun del Mediterráneo; de origen germánico, los normandos se habían quedado en
la Península Escandinava y en Dinamarca y habían llegado a ser marinos consumados, cuya
actividad predominante fue el comercio y la piratería. Esta última actividad los llevó a
acercarse a las costas de Germania, de los reinos anglo-sajones de Bretaña, de Francia, de
España y de Italia, con el afán de apoderarse de lo que estuviera al alcance de su mano.
Por tierra, atacaron repetidas veces las fronteras del Danubio y del Oder los pueblos eslavos y
mogólicos. Sus ataques solían ser violentos y las bandas agresoras no vacilaban en quedarse
temporalmente en las vecindades de las regiones elegidas, esperando siempre el momento de
entrar a saco en las ciudades. Los eslavos se dividieron en varias ramas; mientras una de ellas
cruzaba la llanura rusa y se instalaba en las regiones del Vístula y del Oder, otra se encaminó
hacia Bohemia y Moravia y una última se dirigió hacia las orillas del Adriático. Los húngaros
—de raza mogólica— se encaminaron siguiendo la ruta del Danubio y se fijaron, finalmente,
en el curso medio del río.
Todas estas bandas invasoras asestaban sus golpes, como se ve, sobre las regiones fronterizas,
y sólo cuando la resistencia flaqueaba se atrevían a internarse. Debieron responder a esos
ataques los gobernadores de esas zonas que, con ello, vieron crecer su autoridad y recibieron la
adhesión de las poblaciones que sólo de ellos podían esperar auxilio eficaz.
NAVES NORMANDAS. El tapiz llamado de la reina Matilde, hoy en Bayeux (Francia),
representa las hazañas de Guillermo el Conquistador, vencedor de Hastings en 1066. Este
detalle muestra cómo eran las naves normandas, con sus espolones de proa y sus velas
triangulares.