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HISTORIA MEDIEVAL - Europa en la época de las Cruzadas
LA PRIMERA CRUZADA
Los caballeros de las más diversas regiones comenzaron los preparativos para la marcha. Pero,
entre tanto, una multitud inmensa de gentes humildes manifestó un incontenible afán de
dirigirse a Tierra Santa para luchar contra los infieles, y no vacilaron en formar una nutrida y
extraña columna, a cuyo frente se pusieron un caballero, Gualterio el Pobre, y un monje, Pedro
el Ermitaño. Sin otras armas que las hoces o los cuchillos que poseían, sin alimentos ni
cabalgaduras, aquellos peregrinos iban a una muerte segura, guiados por el afán de alcanzar la
salvación por el sacrificio. Y así ocurrió. Cruzaron Europa, saqueando los lugares que
recorrían para poder comer, y alcanzaron finalmente los muros de Constantinopla, que veía
con temor la llegada de unas olas inmensas de hombres y mujeres hambrientos y desarmados
para luchar con los guerreros más terribles de que hubiera memoria. El emperador, para
alejarlos de sus territorios, les facilitó el tránsito a las costas asiáticas, y, poco después, los
peregrinos caían aniquilados a manos de los infieles. Así terminó la cruzada popular, extraño
episodio revelador del alma medieval.
A todo esto, los caballeros habían concluido sus preparativos. En cuatro grupos se dirigieron a
Constantinopla, mandados por señores, porque los reyes más importantes estaban por
entonces excomulgados. Allí se comprometieron con el emperador. Alejo a entregarle el Asia
Menor si la conquistaban, y a tal precio recibieron facilidades para emprender el cruce del
estrecho.
Era el año 1097. Los caballeros se internaron en el territorio enemigo y pusieron sitio a la
ciudad de Nicea, que consiguieron tomar poco después. Los turcos les ofrecieron batalla en
Dorilea, pero los cruzados lograron el triunfo y, poco después toda el Asia Menor estaba en su
poder, de modo que los cruzados lograron dirigirse a la Siria, confiados en su superioridad.
Una vez que
cruzaron el Taurus sitiaron y tomaron la ciudad de Antioquía, donde luego
quedaron sitiados a su vez; pero consiguieron quebrar el asedio y, finalmente, emprendieron
la marcha hacia Jerusalén, último objetivo de su campaña.
Cuando estuvieron al pie de las murallas de la ciudad santa, los cruzados organizaron el
asedio; la operación fue larga y los defensores resistieron vigorosamente, pero la certeza de la
victoria dio renovados bríos a los cristianos y, al aproximarse la fecha en que se conmemoraba
la pasión de Jesucristo, decidieron emprender el asalto final. La lucha fue sangrienta, y el
Viernes Santo del año 1099 los cristianos entraron en la ciudad, cuyos defensores cayeron en
racimos ante el ímpetu de los asaltantes. Poco después, asegurada la posesión de la zona
circunvecina y organizada militarmente la defensa, se trató el destino que se daría a aquella
ciudad legendaria. Esas deliberaciones fueron largas y difíciles; el legado pontificio quería
asegurar al papado la posesión del Santo Sepulcro, pero los caballeros resistían esa
proposición; finalmente se resolvió constituir un estado autónomo con el nombre de Reino
Cristiano de Jerusalén, a cuya cabeza estaría uno de los guerreros de más prestigio: el conde
Godofredo de Bullón; le fue ofrecido el título de rey, pero Godofredo lo rechazó afirmando
que nadie tenía derecho a llevar título de rey en la ciudad donde yacía Jesucristo, de modo que
asumió solamente el de Protector del Santo Sepulcro.