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HISTORIA MEDIEVAL – La caída del Imperio Bizantino
LA CAIDA DE CONSTANTINOPLA
Todo hacía suponer que los días de la antigua capital del Imperio estaban contados. En 1447, el
emperador Juan VIII consiguió acordar una tregua con los otomanos, porque éstos estaban por
entonces preocupados por asegurar su dominación en los Balcanes; pero poco después la
ofensiva comenzó de nuevo, y Constantino IX —él último de los emperadores bizantinos—
apresuró el fin con su inhábil política de provocación.
En abril de 1453, el sultán Mohamed llegó hasta los muros de Constantinopla y puso sitio a la
ciudad. Una inercia suicida había paralizado al pueblo de la capital, al cual el clero incitaba a
orar antes que a combatir; las tropas, en cambio, trabajaban febrilmente en la defensa,
inutilizando las minas que colocaba el enemigo y rechazando los ataques parciales de los
genízaros. Tan eficaz parecía la defensa, que el emperador Constantino rechazó la intimación
del sultán para que entregara la ciudad. Pero sus esperanzas fueron vanas, y el 29 de mayo
Mohamed ordenó el asalto, que concluyó en poco tiempo con la caída de la ciudad.
La mortandad fue espantosa. La ciudad quedó sembrada de cadáveres y por sobre ellos entró
al siguiente día el sultán, cuando se dirigió a Santa Sofía para consagrarla como mezquita de la
fe musulmana. El Imperio Bizantino había sucumbido, y con él un bastión poderoso para la
defensa del occidente europeo.
MAHOMED II. Una medalla florentina representa el perfil de Mahomed II, conquistador de
Constantinopla en 1453.