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HISTORIA ANTIGUA - El siglo de los Antoninos
TRAJANO
La elección de Nerva fue feliz. Trajano, que mereció tal distinción, era un soldado eminente y
se reveló como un gobernante enérgico y prudente. Sus convicciones —y acaso su ambición de
gloria— lo llevaron a romper la tradición imperial en materia de conquistas, y aplicó su celo a
extender las fronteras romanas. Hizo para ello numerosas campañas: El resultado fue
favorable, y quedaron incorporadas al imperio la Dacia —actual Rumania—, la Mesopotamia
y la Armenia, la Siria y la Arabia.
De todos estos nuevos territorios, la Dacia fue la región que se logró romanizar mejor. Las
gentes que la poblaban aceptaron el idioma y las costumbres romanas y, sobre todo, recibieron
en su territorio importantes colonias destinadas a guarnecer la región. Así fue como, a pesar de
que se la abandonó luego, permaneció dentro de la zona de influencia cultural de Roma. Los
territorios anexados en Asia, en cambio, no ofrecían, a los ojos romanos, otro interés que el de
contribuir a la defensa contra los partos; éstos, relegados más allá del Tigris, eran menos
peligrosos que cuando estaban sobre las rutas de invasión, ya que la experiencia enseñaba a
los romanos que sus ejércitos no eran muy eficaces para la lucha en los desiertos. Estas
regiones también fueron abandonadas pronto.
En lo interior, Trajano demostró un verdadero celo por el bienestar de sus súbditos. Desarrolló
las instituciones de ayuda a los necesitados que había implantado Nerva y facilitó el trabajo de
los agricultores ofreciéndoles créditos liberales. Sobre todo se preocupó por las provincias; él
era español de origen y conocía cuán necesitadas estaban de protección oficial, de modo que
procuró por todos los medios asegurar su prosperidad mediante un gobierno regular y justo
que estimulara la riqueza y la tranquilidad de los provinciales. Numerosas obras públicas —
caminos, puertos, puentes— permitieron el desarrollo económico de algunas regiones hasta
entonces descuidadas, al tiempo que servían a la defensa militar del imperio.
TRAJANO. El emperador aparece seguido por su séquito en este relieve, uno de los muchos
que se conservan de su época. Trajano logró la estima de su pueblo, dadas sus muchas y
grandes cualidades de gobernante, entre otras la de haber llevado la dignidad imperial a su
máximo realce, sin que por eso su autoridad decayera en la tiranía.