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HISTORIA ANTIGUA - Las invasiones de los pueblos indoeuropeos
El lector habrá observado que  hemos interrumpido la narración
de la historia de las tres
grandes civilizaciones primitivas del Mediterráneo señalando la presencia de pueblos
invasores cuya aparición produjo profundas transformaciones en su existencia. En efecto,
hacia comienzos del segundo milenio hizo su aparición en la cuenca del Mediterráneo un
tropel de pueblos que venían del Asia y que se lanzaron sobre las regiones civilizadas
dominándolas y ocupándolas. Se conoce a este conjunto de pueblos con el nombre de raza
indoeuropea, porque se supone que, en épocas remotas, constituían una unidad étnica cuyo
primitivo hogar, aunque no se conoce a ciencia cierta, se cree que debía estar entre la India y
las fronteras de Europa.
Dos ramas de este tronco se dirigieron a regiones de escasa civilización; una se encaminó hacia
la India y allí se estableció, formando ese pueblo cuya historia conocemos por los libros
védicos; otra ocupó la meseta del Irán y se los conoce en la historia con el nombre de medos y
persas.
Las ramas que se quedaron en la cuenca oriental del Mediterráneo fueron varias. Una, la de los
kasitas, ocupó la Mesopotamia; la de los hititas vagó por diversas regiones del Asia occidental
y se estableció finalmente en el centro del Asia Menor, donde fundó un imperio importante,
cerca del cual se fijó otro grupo conocido con el nombre de mitanios; fueron todos estos los
que provocaron esas migraciones que llevaron a Egipto grupos mezclados de indoeuropeos y
semitas; más al Este, en la península de los Balcanes, entraron dos ramas sucesivamente: la de
los aqueos, primero, y la de los dorios mucho después.
Todavía hubo más. Algunos grupos se encaminaron hacia el. Occidente y llegaron al centro y
el oeste de Europa; fueron los italiotas, que ocuparon Italia; los eslavos, que se quedaron en la
llanura ruso-polaca; los germanos, que se establecieron entre los ríos Elba y Rin; y, finalmente,
los celtas, que fueron empujados por éstos y se circunscribieron a Francia y a algunas regiones
de España e Inglaterra.
Todas estas poblaciones poseían algunos rasgos comunes, visibles pese a las diferencias que
los caracterizaron luego. Lo que más se conservó fue la semejanza en las lenguas, en algunos
aspectos de la religión y en ciertos caracteres de la vida material, pues fueron ellos los que
difundieron el uso del hierro y la utilización del caballo como auxiliar para el trabajo y la
guerra. También trajeron a las regiones mediterráneas ciertas formas peculiares de
organización social y política cuya influencia fue visible en las regiones que sometieron. Todo
ello, además del aporte racial, hace que la invasión indoeuropea del segundo milenio sea un
acontecimiento decisivo en la historia antigua.
Tantas y tales transformaciones ocasionó la invasión indoeuropea, que el mapa político del
mundo antiguo cambió considerablemente en estos siglos. Algunos estados nuevos
aparecieron, y los que ya existían sufrieron profundas alteraciones. Egipto alcanzó por
entonces su mayor esplendor político y militar, pero tuvo que condicionar su política a la
necesidad de no perder de vista a sus poderosos y amenazadores vecinos.