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HISTORIA ANTIGUA - El imperio de Alejandro Magno
Sin embargo, el gigantesco ideal estaba ya en la mente de su hijo Alejandro. Salvadas las
primeras dificultades, el nuevo rey de Macedonia volvió a preparar el plan de ataque y logró
cumplirlo: así se hizo realidad el sueño de Filipo.
ALEJANDRO
El joven Alejandro poseía, sin duda, excepcionales condiciones de hombre de estado y de
estratego. Había sido educado por el filósofo Aristóteles, a quien su padre llamara a Pella, su
capital, para que educara al joven príncipe, y el discípulo había hecho honor a su maestro,
mostrándose serio y reflexivo. Sin embargo, no era la filosofía sino la guerra
lo que más
apasionaba a Alejandro. Siendo casi un niño formaba ya en las filas del ejército macedónico y
luchó en Queronea al frente de una de las alas, destacándose por su valor y su sentido
estratégico. Pero le apasionaba también la política, y fue capaz de manejar los hilos de la vasta
intriga que se tejió contra él —joven de veinte años— cuando la muerte de su padre lo señaló
para ocupar el trono.
En efecto, los conflictos cortesanos que habían movido la mano del asesino de su padre
siguieron trabajando en el ambiente palaciego y fue necesaria toda la energía del joven rey
para contenerlos. Al mismo tiempo, la desaparición de Filipo había hecho concebir la
esperanza a muchos de los estados sometidos de que la era de la opresión macedónica
terminaba, y así, se apresuraron a declararse en posesión de su antigua y absoluta libertad.
Pero Alejandro no descansó un instante y acudió prestamente a todas partes para restablecer
su autoridad, sin vacilar en aplicar las medidas más rigurosas cuando le pareció necesario,
como hizo con Tebas, a la que destruyó para que sirviese de ejemplo a las demás ciudades. Por
este medio consiguió contener la ola de la insurrección y afirmarse rápidamente en el trono
macedónico y en la hegemonía griega.
Seguro ya de su triunfo, Alejandro —como su padre— convocó de nuevo a los estados griegos
a una asamblea en Corinto, y allí, en 335, quedó restablecida su autoridad en los mismos
términos que lo estuvo la de Filipo. Pocos meses después, un ejército de cuarenta mil hombres
se preparaba para cruzar el estrecho de los Dardanelos, para de este modo iniciar la conquista
de todo el Imperio Persa.
ALEJANDRO MAGNO. Consagró su genio a las conquistas, pero le faltó tiempo para
consolidarlas, y a su muerte su obra desapareció.