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HISTORIA ANTIGUA - El imperio de Alejandro Magno
LA CONQUISTA DE MESOPOTAMIA Y EL IRAN
A través del desierto, Alejandro llegó a la Mesopotamia y cruzó el Eufrates; más allá lo
esperaba Darío con un poderoso ejército, que había organizado y preparado adecuadamente
para tratar de romper las líneas de los macedonios, con el cual se trabó la lucha en la ribera
izquierda del Tigris, en Arbela; pero de nuevo Alejandro pudo deshacer la formación enemiga
y aniquilar sus huestes, destrozando así el último obstáculo que le quedaba para entrar en la
misma Persia.
Darío huyó con los restos de sus fuerzas hacia el Este. El vencedor, por su parte, tomó
posesión de toda la Mesopotamia y ocupó Babilonia, que se rindió sin resistir, tras de lo cual
inició la persecución de Darío internándose en el Irán. También allí se entregó sin resistencia
Susa, en tanto que la conquista de Persépolis le demandó algún esfuerzo; pero se resarció de
todo con las inmensas riquezas de que se apoderó allí, producto de las vastas conquistas de los
persas. A partir de ese momento, Alejandro emprendió una larga expedición por las regiones
más orientales del imperio, donde se había refugiado Darío; una a una fueron cayendo las
distintas ciudades, y al fin supo que un gobernador de la provincia de Bactriana, llamado
Besso, había asesinado al rey para usurpar el trono; Alejandro lo persiguió, mientras
consumaba la ocupación del territorio, y consiguió capturarlo, entregándolo entonces a los
parientes de Darío para que lo castigaran. Finalmente, llegó al alto valle del Indo, y se propuso
atravesarlo para extender su imperio hacia aquellas regiones, pero sus tropas se opusieron a
sus designios, y Alejandro comprendió que era peligroso afrontar la conquista de una comarca
ignota con un ejército descontento, renunciando entonces a sus proyectos.
El regreso se hizo navegando por el Indo hasta su desembocadura; allí una parte de las tropas
siguieron por mar hasta llegar a las bocas del golfo Pérsico, en tanto que otra parte emprendió
el cruce del desierto de Aracosia; poco después entraron ambas en Babilonia, poniendo así fin
a la larga expedición, que en el plazo de diez años había proporcionado a Alejandro un
inmenso imperio. Era el año 324 a. de J. C.