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HISTORIA ANTIGUA - Las dos primeras guerras púnicas
LA SEGUNDA GUERRA PUNICA: INVASION DE ITALIA Y CAMPAÑAS DE ANIBAL
Aníbal había concebido un vasto y atrevido plan de operaciones. En los últimos años Roma
había sometido toda la región del Po hasta los Alpes, y Aníbal estaba seguro de que, si
conseguía llegar hasta allí, contaría con la ayuda de esas poblaciones belicosas que,
seguramente, aspirarían a sacudir el pesado yugo romano. Resolvió entonces marchar por
tierra y cruzar los Alpes para invadir Italia por el Norte, proyecto lleno de dificultades que
puso en ejecución en 218.
Con cerca de cien mil hombres, con una pesada impedimenta de la que formaban parte
cuarenta elefantes de combate, Aníbal inició la marcha desde Cartagena; cruzó el Ebro, los
Pirineos, el Ródano y llegó a los Alpes; entonces emprendió el paso de la cordillera y, pese a
las pérdidas sufridas en hombres, animales y material de guerra, logró descender a la llanura
del norte de Italia con fuerzas suficientes para marchar al encuentro de un ejército romano que
pretendía cerrarle el paso.
En las orillas del río Tesino, el ejército invasor logró su primera victoria abatiendo al ejército
romano que mandaba el cónsul P. Cornelio Escipión. Poco después —el mismo año 218—
Aníbal logró un nuevo triunfo frente a otro ejército romano mandado por el otro cónsul, Tito
Sempronio, en las riberas del Trebia. Con estos éxitos Aníbal consiguió no sólo desbaratar la
resistencia al norte de los Apeninos sino también atraerse a las poblaciones galas
recientemente sometidas por Roma, cuyos guerreros engrosaron las filas del ejército invasor.
Con este refuerzo, el general cartaginés decidió cruzar los Apeninos y entrar en la Italia
central, donde los romanos contaban con nuevas fuerzas para oponerle.
La fortuna siguió acompañando al invasor. El cónsul Flaminio fue abatido en la batalla del
lago Trasimeno en 217 y Roma parecía quedar a merced de los enemigos. Pero Aníbal decidió
marchar hacia el Sur sin ocupar la capital, fuera porque quería sublevar las ciudades griegas,
fuera porque le apremiaba el restablecer sus comunicaciones marítimas con Cartago. Los
romanos, aconsejados y dirigidos por el dictador Fabio Cunctator, evitaron por entonces la
batalla campal y se limitaron a hostilizar la retaguardia de Aníbal. Pero al año siguiente, los
cónsules Terencio Varrón y Paulo Emilio cambiaron de táctica y enfrentaron al cartaginés en
Cannas, donde sufrieron una sangrienta derrota que dejó a Roma sin ejércitos.
Durante los diez años que siguieron, Roma afrontó con ejemplar energía la guerra en todos los
frentes. Se luchó en España, en Iliria, y, sobre todo, en Sicilia, donde Siracusa se había decidido
por Aníbal. Una diplomacia hábil permitió a los romanos atraerse algunos aliados y pudieron
rehacerse poco a poco, mientras Aníbal esperaba un momento favorable para dar un golpe
decisivo. Pero el momento no llegó. En 212, el cónsul Marcelo se apoderó de Siracusa; en 211,
Publio Cornelio Escipión conquistó la España cartaginesa; y en 208, un poderoso ejército que
venía en socorro de Aníbal a las órdenes de su hermano Asdrúbal cayó vencido en el Metauro
por los cónsules Livio Salinator y Claudio Nerón. Aníbal comenzó a temer por su suerte,
viendo cómo se cerraban sus vías de comunicación y cómo volvían a dominio romano las
ciudades del sur de Italia que antes se habían adherido a su causa; ante tal situación, pasó a la
defensiva y procuró de todos modos robustecer sus fuerzas, sin poder lograrlo. Entre tanto, un
joven general romano, Escipión, ideó un plan de guerra que debía sacarlo de Italia.