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HISTORIA ANTIGUA - Esparta y la guerra del Peloponeso
LA GUERRA DEL PELOPONESO
La oportunidad fue un entredicho entre Atenas y Corinto; esta última ciudad solicitó el apoyo
de la Liga del Peloponeso y Esparta se lanzó a la guerra. En 431 comenzaron las hostilidades
que, durante diez años, se mostraron indecisas mientras cada uno de los contendientes hacía
su guerra favorita; en efecto, los atenienses recorrían con sus naves las costas y saqueaban por
sorpresa las regiones espartanas, en tanto que los espartanos se lanzaron sobre Atenas que,
encerrada dentro de sus muros, procuró resistir al asedio pese a las dificultades que provocó
allí una epidemia. Al fin, en 421, se firmó una paz que regularizó la situación, sin que ninguno
de los bandos pudiera acusar ventaja alguna.
La guerra volvió a empezar algunos años más tarde, cuando Alcibíades logró convencer a sus
compatriotas de que emprendieran la conquista de Siracusa. La empresa fue preparada con
cuidado y realizada en 415; pero resultó un fracaso absoluto: Atenas perdió su flota y su
prestigio, al tiempo que se debilitaba frente a Esparta, que era su verdadera enemiga. En
efecto, a poco de concluir la aventura siracusana, Esparta atacó de nuevo a la ciudad del Atica
por incitación del propio Alcibíades, que habiendo sido acusado de sacrilegio en su patria,
abandonó la expedición de Sicilia y se refugió en el seno de los enemigos de su ciudad. A
partir del año 413, los espartanos se instalaron en la fortaleza de Decelia, en el corazón del
Atica, y desde allí hostilizaron a los atenienses que, sitiados por tierra, comenzaron a flaquear
y a perder su ascendiente sobre las ciudades aliadas, muchas de las cuales se pasaron a
Esparta. También ayudó a esta ciudad Persia, cuyo rey facilitó recursos con tal de que Esparta
le asegurara el dominio de las ciudades griegas del Asia Menor; y con tales medios, fue fácil
preparar la sumisión de Atenas. En efecto, Esparta se proveyó de lo que necesitaba: una
escuadra para batir a Atenas en el mar; la puso al mando de Lisandro, y éste logró sorprender
a las naves atenienses en Egos Pótamos, cerca del estrecho de los Dardanelos, donde destruyó
gran número de barcos y se apoderó del resto. Poco después, la flota espartana bloqueaba el
Pireo y cerraba el sitio de Atenas, que se vio obligada a capitular en 404.
La derrota de Atenas fue decisiva; debió abatir sus muros, abandonar sus posesiones y
someterse a Esparta, tolerando el gobierno de los ciudadanos más hostiles a la democracia;
pudo, sin embargo, modificar poco después su régimen interno gracias a la acción de
Trasíbulo, pero su poderío exterior concluyó por algún tiempo. Esparta, en cambio, alcanzó la
hegemonía sobre el mundo griego, y ejerció su autoridad con severa firmeza; pero no se
conformó con eso y quiso extenderla al Asia Menor, donde el rey Agesilao emprendió una
acción enérgica contra Persia; entonces el Gran Rey comenzó a socavar la autoridad espartana
en las ciudades sometidas y Esparta comprendió que peligraba; así fue como se decidió a
firmar con Persia la llamada paz de Antálcidas, en 387, con la cual limitó sus aspiraciones a las
regiones griegas del Egeo.