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HISTORIA ANTIGUA - La crisis del siglo III
LOS SEVEROS
Septimio Severo (193-211) no encontró otro camino para conjurar la naciente anarquía que el
establecimiento de una verdadera dictadura militar. Era necesario someter a los numerosos
grupos militares que estaban lanzados hacia la conquista del poder, y ello sólo podía hacerse
contando con un poder militar más fuerte. Así comenzó un período oscuro para la historia de
Roma, en el que sólo la fuerza tuvo significación.
Con todo, Septimio Severo fue un hombre recto que procuró ejercer el poder con mesura; pero
no pudo ni quiso devolver al estado su antigua estructura, y así fue entregando la totalidad del
poder al ejército. Esta política fue llevada hasta sus últimas consecuencias por su hijo y
sucesor, Caracalla, cuyo poder tiránico llevó a Roma a las mayores humillaciones (211-217).
Durante su gobierno, Caracalla dictó un edicto por el cual se concedía el derecho de
ciudadanía a todos los habitantes del imperio (212), medida que llegaba en momentos en que
la ciudadanía no entrañaba privilegio alguno. Pero las cosas empeoraron todavía más durante
el reinado de Heliogábalo (218-222).
En efecto, además del descalabro general de la administración y de la disciplina militar,
Heliogábalo, que era un príncipe inmoral y vicioso, se caracterizó por su predilección por el
culto sirio del Sol, del que se constituyó Sumo Sacerdote. Con ello, los cultos exóticos entraron
en Roma con fuerza torrencial y atrajeron hacia ellos a las multitudes supersticiosas, de modo
que muy pronto se perdieron las hondas raíces de la romanidad. Cuando, a la muerte de
Heliogábalo, su sucesor Severo Alejandro (222-235) quiso restablecer la disciplina y
reorganizar la vida pública, ya era tarde; fue asesinado, pero no por la irritación provocada
por sus crímenes, como Heliogábalo, sino por su virtud, que resultaba ya intolerable para los
espíritus acostumbrados a los desbordes de todas las pasiones. Así concluyó, en 235, la
dinastía de los Severos, inaugurándose la era de la anarquía militar.
EMPERADORES DEL SIGLO III. A la izquierda, Cómodo, hijo de Marco Aurelio; síguenle
Septimio Severo, quien entregó el poder al ejército; Caracalla, obsesionado por el Oriente;
Heliogábalo, y, por último, Alejandro Severo.