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HISTORIA ANTIGUA - La conquista de Italia
LAS GUERRAS DEL SIGLO V Y LA INVASION DE LOS GALOS
El siglo que siguió a su independencia política fue de constante inquietud para la pequeña
ciudad del Tíber. Los etruscos, que no se resignaban a perder su zona de influencia hacia el
Sur, quisieron repetidas veces recobrar su autoridad sobre Roma, para lo cual iniciaron
frecuentes ataques contra ella. Pero Etruria estaba ya herida de muerte. Su frontera norte
estaba amenazada constantemente por las tribus galas y las ciudades septentrionales debían
dedicar todas sus energías a repeler sus ataques; las ciudades meridionales, y especialmente
Veyes, pudieron, en cambio, hostigar a Roma y lo hicieron cada vez que las circunstancias se
presentaron favorables. Sin embargo, Roma pudo contener su amenaza y, al fin, en un
esfuerzo supremo, logró dominarla y someterla finalmente en los primeros años del siglo IV,
por obra del dictador Camilo.
Al mismo tiempo los romanos tuvieron que luchar contra los pueblos vecinos del Lacio,
especialmente los que vivían en las laderas de las montañas vecinas, a quienes tentaban las
tierras fértiles que ocupaban los romanos. Los ecuos, los volscos y los sabinos solían hacer
incursiones todas las primaveras sobre las regiones ocupadas por sus vecinos, y algunas veces
pusieron en peligro a Roma. Sin embargo, en el curso del siglo v, los romanos lograron no sólo
contener a esos pueblos sino también dominarlos, y formaron con ellos la Liga Latina, de la
cual Roma fue la cabeza. Esta organización dio a Roma una sólida posición; pero, al cabo de
poco tiempo, una terrible invasión de los galos amenazó a la misma Roma y estuvo a punto de
provocar la disolución de la Liga.
Empujados por los germanos, los galos habían penetrado en la actual Francia y habían
cruzado luego los Alpes invadiendo a Italia. En su marcha hacia el Sur, los etruscos fueron su
principal obstáculo, pero, al comenzar el siglo una fuerte banda había conseguido vencer su
resistencia y llegó cerca de Veyes, precisamente cuando los romanos acababan de apoderarse
de la ciudad. Los romanos se aprestaron a la defensa y trataron de contenerlos, pero su
impulso arrollador los llevó hasta el mismo Lado, donde, finalmente, un ejército romano fue
destruido en la batalla de Alia, en 390.
Los galos se lanzaron sobre la ciudad. El Senado aguardó serenamente a los invasores en el
recinto donde sesionaba, y sus miembros fueron ultimados, pero la población combatiente se
refugió en el Capitolio —que era la ciudadela—, mientras los demás se alejaban del recinto
urbano. El saqueo fue total, pero el Capitolio no fue tomado y, finalmente, Breno, el jefe de los
invasores, ofreció vender su retirada a cambio de una gruesa cantidad de oro que los romanos
decidieron entregar. Poco después, los galos emprendían otra vez la marcha hacia el Norte y
los pobladores de Roma volvieron a su ciudad devastada pero libre.
La consecuencia del desastre fue que las ciudades latinas intentaron sublevarse, aprovechando
la crisis moral que suponían que se había apoderado de los romanos. Pero se equivocaron.
Camilo, el heroico y decidido jefe que había conquistado Veyes, encabezó la represión, y poco
tiempo después Roma volvió a ser señora del Lacio.
JUSTICIA MILITAR. Degollación de príncipes germanos vencidos por soldados no romanos,
probablemente sármatas, en presencia de la caballería romana. (Columna de M. Aurelio)