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GEOGRAFIA POLITICA - Definición y contenido de esta disciplina
EL ESTADO COMO EXPRESION GEOGRAFICA
Una orientación moderna de los estudios de Geografía Política se define por la originalidad de
atribuir al Estado una fisonomía viviente propia como pueden tenerla los mismos individuos.
Esa fisonomía se configura por la actividad consecuente del Estado, por su actitud sempiterna
ante los problemas y coyunturas que le suscita la vida de relación con los demás Estados, por
su trayectoria histórica, por la conducta internacional, en una palabra, por sus tendencias
permanentes.
La historia enseña elocuentemente ejemplos de Estados que viven urgidos por tendencias
persistentes, que se mantienen a través de incontables vicisitudes: tendencia a la expansión y a
la conquista. tendencia a redondear las fronteras, tendencia a completar la economía con lo
producido por un dominio colonial, tendencia a buscar una salida al mar libre, tendencia a
integrar el territorio remontando el curso de los ríos, y muchos supuestos más, cuya
enumeración nos llevaría a una casuística prolija. Lo importante para fijar la esfera de la
Geografía Política es dilucidar la medida en que los factores puramente geográficos intervienen
en la constitución y persistencia de esa tendencia, o dicho en otras palabras, si el Estado es una
expresión del medio geográfico.
Para adelantar ciertas conclusiones válidas en el plano definido precedentemente, cuadra
establecer que debe desecharse naturalmente toda idea preconcebida o absoluta sobre el
debatido problema del determinismo geográfico. Si algo ha logrado la vieja polémica urdida
apasionadamente en torno de este capital interrogante de los destinos humanos, es que tan
errada fue la concepción de quienes pretendieron negarlo in limine, como la de aquellos que la
afirmaron excluyentemente. Ningún pensador imbuido de una adecuada cultura geográfica
osaría negar la gravitación que sobre las tendencias del Estado pueden ejercer las cualidades
intrínsecas de la comunidad humana que lo constituye, su patrimonio cultural y una suma de
circunstancias externas, que ninguna o muy poca raigambre tienen de índole geográfica. Y
recíprocamente, quienes han mirado el problema con más honda desaprensión acerca de los
factores telúricos, no han podido formular negaciones rotundas y convincentes acerca de
aquellas influencias, cuyo examen muestra palmarios ejemplos de real existencia y validez.
Pero conviene ahora extender estas disquisiciones a otro vasto asunto de la constitución
política de los Estados, que es el de su organización interna, en cuya gestación se hallan
también presentes las influencias geográficas. Así, pues, nada tan patente como la gravitación
política del regionalismo en la vida de ciertas naciones, cuyo territorio se halla parcelado
naturalmente en recintos más o menos aislados; esta condición propia del aspecto físico ha
permitido la preservación dentro de los Estados de grupos demográficos y lingüísticos no
asimilados al resto de la nacionalidad, especialmente en comarcas montañosas cuya ubicación
geográfica ponía a sus habitantes en la condición de dependencia de un cuerpo territorial
importante y poderoso: el ejemplo de las colectividades vascuence y galense ilustran
claramente estas condiciones típicas de geografía política. En este orden de consideraciones es
difícil no recurrir al ejemplo del Estado suizo, en el cual la configuración geográfica, altamente
subdividida por el relieve montañoso, ha influido en la forma federal de gobierno, que la vieja
república helvética se dio desde muy temprana edad. Y antes de pasar a otro asunto, conviene
traer a colación la parte decisiva que suelen tener los rasgos geográficos de un país en sus
divisiones político-administrativas internas, y recordaremos al respecto que algunos Estados
han encomendado a sus geógrafos que proyecten racionalmente, sobre bases geográficas
naturalmente, un nuevo ordenamiento de los límites de sus provincias y departamentos, para
hacerlos coincidir con los cuadros creados por la naturaleza, con sus ríos y montañas
generadores de irrecusables regionalismos.
El regionalismo afecta a muchos Estados en la forma de fuerzas centrífugas que pugnan por la
disolución del vínculo político creado a veces por singulares esfuerzos dinásticos
centralizadores. Pero si aquellas fuerzas no prevalecen en el Estado moderno es porque para
neutralizarlas pugnan otras energías de tendencia centrípeta por cuya acción se mantiene la
unidad política de la nación. Estas fuerzas hunden asimismo sus raíces en rasgos geográficos,
como son la configuración del territorio, sus líneas maestras de comunicación convergentes a
un centro destinado al papel de capitalidad, la interdependencia económica de las diversas
comarcas
y, no pocas veces, también la necesidad de mantener la cohesión nacional para
preservar la independencia común y propender a la vida de relación.