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GEOGRAFIA FISICA - Origen del relieve terrestre
VOLCANES
A pesar de caracterizarse por su labor destructiva en lo que a vidas o a obras humanas se
refiere, los volcanes deben ser considerados como agentes importantes en la creación del
relieve, realizado por la acumulación más o menos grande de los materiales eruptivos.
Los volcanes son exteriormente aberturas más o menos circulares o hendiduras alargadas, e
interiormente consisten
en conductos que ponen en comunicación con el exterior de una
manera constante o transitoria las masas de magma encerrado dentro de la corteza y sometidas
a grandes presiones y elevadas temperaturas.
La abertura externa de un volcán típico se llama cráter (palabra que significa copa); el conducto
interno recibe a menudo el nombre de chimenea volcánica, y la zona donde se halla el magma,
situada a gran profundidad, se denomina hogar o nido volcánico. A veces se desprenden de la
chimenea principal otras secundarias que dan lugar a cráteres parásitos o adventicios, los
cuales se abren en las proximidades del cráter principal (hecho que ocurre en el Etna, por
ejemplo, situado al NE. de Sicilia, en Italia).
La erupción consiste en la emisión hacia el exterior de los materiales ígneos, bajo el influjo de
las presiones de los gases escapados del magma o las producidas por las masas de la corteza
sobrepuestas a dicho magma. Los materiales arrojados se acumulan en torno del cráter
formando la montaña o cono volcánico, aunque los más livianos se alejan a grandes distancias.
Generalmente las erupciones volcánicas ocurren en las zonas muy fracturadas de la corteza
terrestre (plegadas o falladas), y esto explicaría en parte por qué la mayoría de los volcanes se
presentan a lo largo de las cordilleras o en las regiones dislocadas. Conviene, sin embargo,
abandonar el concepto de que todo volcán debe estar constituido necesariamente por una
montaña; lo que ocurre es que toda boca eruptiva forma una elevación por el aporte de los
materiales llegados desde el interior del globo o se establece en regiones montañosas, que
estando muy dislocadas ofrecen un fácil pasaje a las masas ígneas. En diversas ocasiones se ha
podido apreciar la formación del cono volcánico por la aparición repentina de un cráter por
donde comenzaban a salir lavas y demás materiales eruptivos. Esto ha ocurrido, por ejemplo,
con el Parícutin, que elevó una montaña en un lugar donde antes los labriegos cultivaban
apaciblemente los campos, en una zona fértil de la planicie mexicana.
Algunos cráteres volcánicos se abren a alturas prodigiosas; el del volcán Misti se encuentra a
casi 6.000 m. sobre el nivel del mar; lo mismo ocurre con el del Cotopaxi, situados ambos en la
cordillera de los Andes. Algunos volcanes apagados de la misma cadena montañosa se elevan
a alturas aun mayores.
Las erupciones volcánicas van acompañadas por ruidos intensos y a veces por estampidos que
se oyen a grandes distancias; así, la famosa erupción de 1883 del Krakatoa fue oída a miles de
kilómetros de distancia (4.500 kms. hasta la isla Rodríguez, la más oriental de las Mascareñas,
hecho excepcional en la historia del vulcanismo). Además, los gases inflamables producen
enormes llamaradas, que son visibles durante la noche principalmente, y en la nube de cenizas
que asciende al espacio con velocidad increíble se producen violentas tormentas que causan
lluvias, viéndose por momentos algunos relámpagos que iluminan la nube. También los
terremotos acompañan a las erupciones muy fuertes, aunque en la mayoría de los casos son de
carácter local.