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GEOGRAFIA FISICA - Océanos y mares
MAREAS
Si actuara solamente la gravedad, los océanos tendrían una superficie tan esférica como el
globo que rodean. Pero la presencia de la Luna y del Sol producen en la masa de aguas una
deformación permanente, actuando el satélite terrestre con una intensidad bastante mayor (2
veces y cuarto), debido a su mayor proximidad.
La deformación consiste en la elevación de las aguas oceánicas como consecuencia de la
atracción de ambos astros, y el descenso correlativo en las partes que son menos atraídas.
Suponiendo, por ejemplo, que la Luna actúa sola, el océano formará una saliente en la porción
vuelta hacia el satélite, ocurriendo en tal parte una pleamar, así como otra saliente en la
porción del océano situada del lado opuesto que mira a la Luna. En este último caso la
elevación de las aguas se explica no por la distancia mínima al satélite sino por el
desplazamiento del centro de gravedad en dirección de aquél, quedando dicho centro alejado
de las partículas situadas del lado contrario al que mira a la Luna, siendo por este motivo su
atracción menos marcada sobre tales partículas.
De esta manera, por un lado la distancia mínima a la Luna determina la formación de una
pleamar; del lado contrario se produce una segunda pleamar, por ser menor la acción realizada
por la Tierra sobre el océano, al aumentar la distancia entre éste y el centro de gravedad.
A una distancia media de las dos pleamares ocurren las bajamares, situadas a unos 90° de la
línea que une el centro de la Tierra con la Luna. Las dos pleamares y las dos bajamares
guardan una posición invariable respecto a la dirección en que se encuentra el satélite terrestre.
De esta manera, si un punto de la Tierra se desplaza debido a la rotación 3600 en 24 horas
respecto a la Luna, ocurrirán en él dos pleamares y dos bajamares, alternando las pleamares
con las bajamares. Así, por ejemplo, si el lugar considerado se encuentra enfrentando a la Luna,
ocurrirá en él una pleamar, pero si se desplaza por la rotación terrestre 90° de esta posición, se
produce en él una bajamar, y así sucesivamente.
Como la Luna no queda fija en el espacio, sino que se desplaza a lo largo de su órbita propia, el
punto considerado no se enfrentará de nuevo con la Luna exactamente después de 24 horas,
sino que tendrá que moverse por espacio de unos 50 minutos complementarios para
conseguirlo.
Esto nos indica que las mareas se reproducen cada 24 h. 50 m., ocurriendo en este tiempo,
según hemos dicho, dos pleamares y dos bajamares. La presencia del Sol complica aun más el
fenómeno, pues según cuál sea su posición hace variar los efectos producidos por la Luna. Si,
por ejemplo, se encuentra del lado opuesto o del mismo lado (oposición y conjunción) del
satélite, sus efectos se sumarán a los determinados por éste; si se encuentra en una dirección
que forma un ángulo de 900 con respecto a la dirección donde se encuentra la Luna, su
atracción hará menos efectiva la marea dirigida hacia aquélla, y hará que las bajamares no
adquieran valores muy pequeños al elevar las aguas en los lugares donde éstas debían
producirse.
En un lugar determinado, el fenómeno de la marea, suponiendo que no hay mucho viento que
pueda forzar a las aguas a levantarse o a descender, como ocurre muy a menudo en el Río de la
Plata y los demás estuarios, se puede observar como un gradual ascenso de las aguas por
espacio de algo más de seis horas (flujo); alcanzada la altura máxima, comienza el reflujo, que
dura un tiempo equivalente al anterior. A continuación se produce el segundo flujo y luego el
segundo reflujo.
Teóricamente el fenómeno debería ocurrir de esta manera, pero la onda de marea no marcha al
unísono con las posiciones que va ocupando la Luna, por el gran número de obstáculos que
encuentra en su camino, tales como continentes, islas, escasa profundidad, corrientes marinas,
vientos desfavorables, etc. Cuando se produce la pleamar, ya hace algún tiempo que la Luna
ha pasado por el punto más alto de su carrera, y al retraso de la pleamar, que puede ser de
muchas horas, se le llama establecimiento del puerto.
En Montevideo el establecimiento del puerto es por término medio de unas dos horas y cuarto,
lo que significa que habiendo enfrentado dicho puerto a la Luna, todavía falta el tiempo
indicado para que ocurra la pleamar.
En los puertos llamados de marea el conocimiento del valor del establecimiento del puerto
tiene importancia, pues en ellos los buques no pueden entrar sin dificultades si las aguas están
bajas. Tal es el caso de Hamburgo, Nantes y otros puertos situados sobre estuarios.
En los senos marinos muy estrechos y orientados de manera conveniente, la amplitud de la
marea (diferencia de altura de las aguas entre la pleamar y la bajamar) adquiere valores
sumamente elevados. En alta mar la amplitud media supera apenas a 1 m., mientras que en la
bahía de Fundy alcanza a 20 m. y en Río Gallegos (Argentina) cerca de 15 m. En los estrechos el
pasaje de la onda de marea provoca corrientes apreciables y lo mismo ocurre en los estuarios,
donde barre los sedimentos aportados por los ríos. Estos hechos prueban que la marea consiste
en un movimiento mixto de ondulación y de traslación.