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FILOSOFIA - Sócrates y los pequeños socráticos
LA ANTROPOLOGIA FILOSOFICA
He aquí este texto del Fedón, en que Sócrates relata su formación intelectual: "Sí, mi caro Cebes,
de joven tuve un increíble deseo del saber que se llama ciencia de la naturaleza. Me pareció
excelente conocer las causas de las cosas, lo que las hace nacer, perecer, existir; a menudo me
movía de uno a otro lado, por examinar, primero, si es porque el calor y el frío se corrompen —
como algunos sostienen— por lo que los animales se forman; o si es la sangre lo que hace pensar,
o bien el aire o el fuego; o si nada de todo eso es, sino que el cerebro nos proporciona las
sensaciones del oído, de la vista, del olfato, de donde provendrían la memoria y la opinión; y si
de la memoria y la opinión, más fijas ya, nace la ciencia de las cosas. Examinaba en seguida la
corrupción de los seres y los cambios que sufren el cielo y la tierra; pero al fin me hallé tan poco
hábil sobre estos objetos, cuanto es posible...
"...Habiendo oído leer un libro de
Anaxágoras, que decía que es un Espíritu quien todo lo
ordena y produce, experimenté una gran fruición, pensando haber hallado un maestro que me
proponía la causa de todas las cosas, en armonía con mis sentimientos: Anaxágoras. Con gran
celo de mi parte tomé su libro, aplicándome a leerlo para poseer lo más pronto posible, la
ciencia del bien y del mal.
"Pero esta maravillosa esperanza, amigo mío, me decepcionó muy pronto; porque al adelantar
en mis lecturas, VI a un hombre que no hacía ningún uso del espíritu, y que, en vez de
investigar las causas para explicar el orden de las cosas, recurría al aire, al éter, al agua y a otras
cosas absurdas. Me pareció absolutamente semejante a quien declarase que Sócrates realiza todo
lo que comete con su mente; pero, al señalar las causas de cada una de las acciones por mí
realizadas, declarara, primero, que si es que ahora estoy aquí sentado, es porque tengo el cuerpo
constituido con huesos y músculos.
"¿Cómo no saber discernir que una cosa es la causa real y otra la condición sin la cual la causa
nunca sería causa? Esto es lo que, evidentemente, hace la multitud que marcha a tientas, como
en tinieblas; designa con una palabra impropia la causa. Es por lo cual, uno envuelve la tierra en
el torbellino del cielo, y la hace inmóvil. En tanto que otro, como en un amplio cofre, le concede
el aire por base y sostén. En cuanto a la potestad de disponer de estas cosas hacia lo mejor —
como ahora son— no la investigan, ni ven absolutamente en ella, una fuerza superior.
"Entonces me pareció que, después de haberme fatigado en el estudio de los seres, debería tener
precaución, para no sufrir el propio efecto que sufrieron los que observan con insistencia un
eclipse de sol; porque los hay que pierden la vista por no haber mirado en el agua, o en otra
parte, la imagen del astro. Pensé en algo semejante en cuanto a mí, al temer que mi mente cegase,
si examinaba las cosas con los ojos y trataba de alcanzarlas con los órganos de los sentidos."
Por todo lo cual, el filósofo, el crítico fundador de una nueva dirección filosófica, buscó la
verdad en otra parte. ¿En dónde?... ¡En sí mismo! Hizo su divisa de la sentencia del oráculo
délfico: "Conócete a ti mismo". La esencia del socratismo está manifiesta. Los grandes socráticos,
Platón y Aristóteles, unirán, en sendos sistemas, a la tradición de los físicos y eleáticos, a la
tradición pitagórica, la postura socrática. Y entonces, la Filosofía se habrá constituido
definitivamente. Todo lo demás que el pensamiento humano ha agregado a esta obra suprema,
se le subordina. Por esto es Grecia la maestra perdurable del pensamiento humano.