Textos    |    Libros Gratis    |    Recetas

 

.
FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XIX
EL DESCUBRIMIENTO DE LA VIDA HUMANA
GUILLERMO DILTHEY. - Guillermo Dilthey es hasta ahora, el pensador más importante del
movimiento historicista. Nació en 1833 y murió en 1911. Profesó la cátedra universitaria en
Basilea, Kiel, Breslau y Berlín. En la universidad de esta última ciudad sustituyó nada menos
que a Lotze, desde 1882.
Dilthey es el historiador de la filosofía más significado en toda la segunda mitad del siglo XIX y
principios del XX, y está a la altura de los más notables historiadores de su época: Mommsen,
Burckhardt. Logró penetrar en la interioridad de hombres y épocas pretéritas como ningún otro
historiador. Al propio tiempo fue un renovador, en toda la fuerza del término, de la gnoseología
de las ciencias del espíritu y el creador de una nueva psicología: la psicología estructural o de la
comprensión, a la cual originariamente dio el nombre de psicología descriptiva y analítica.
La producción filosófica de Dilthey fue fragmentaria y dispersa. Buena parte de sus escritos
fueron bosquejos o apuntes que sólo después de su muerte han sido dados a la estampa. Entre
los libros más importantes que compuso, y que han sido vertidos al español, figuran:
Introducción a las Ciencias del Espíritu (tal vez el más importante de todos), Hombre y Mundo
en los siglos XVI y XVII, De Leibniz a Goethe, Vida y Poesía, Hegel y del Idealismo, Psicología y
Teoría del conocimiento, El Mundo Histórico, Teoría de la Concepción del Mundo.
La conciencia histórica. — La filosofía de Dilthey es un tipo de filosofía temporalista, un tipo de
filosofía que coloca al tiempo y, a decir verdad, al tiempo histórico, en el centro de la explicación
ontológica de la realidad.
"Lo que el hombre es, dice Dilthey, lo llega a ser por la historia". Pero no todos los hombres
viven en la historia, no todos se dan cuenta o se han dado siempre cuenta de tan singular hecho
humano. Hoy por hoy, el hombre cultivado concibe la vida y el mundo históricamente. Posee la
conciencia de vivir en un tiempo determinado, que, como tal, pasará irremisiblemente: por sí
mismo o guiado por otro hombre puede remontarse a épocas lejanas y contemplar desde ahí las
peculiaridades históricas de dichas épocas. El hombre contemporáneo sabe a punto cierto,
además, que pertenece a una generación, a una circunstancia histórica; que su pensamiento y su
acción no son insuperables y definitivos, sino limitados y fragmentarios; pensamiento y acción
que habrán de ser corregidos o superados en un tiempo futuro.
El hombre no siempre ha tenido conciencia de esta su historicidad, aunque ha vivido siempre en
la historia. Es a la Romántica y, particularmente, a Dilthey a quienes se debe tamaño
descubrimiento. Cada época impone al hombre un conjunto de ideas, creencias, gustos, etc. Al
recibir el hombre actual esa herencia cultural, no sin modificarla, se eleva al nivel de su tiempo y
desde tal altura se concibe a sí mismo como ser histórico. "Nunca como ahora ha vivido el
hombre su vida como la efectiva realidad de los días contados. Y eso es la historia... En nuestro
tiempo esto adquiere caracteres de una radicalidad desconocida... porque nuestro tiempo
descubre que el que cambia es el hombre mismo. No sólo el hombre está en la historia, no sólo
tiene historia, sino que es historia; la historicidad afecta al mismo ser del hombre".
La crítica de la razón histórica. — Las ciencias que estudian la existencia humana son las
Ciencias del Espíritu; las que investigan el mundo exterior, las Ciencias de la Naturaleza. Unas y
otras se diferencian por modo radical.
No podemos captar el mundo directamente: es preciso recurrir a los instrumentos de nuestra
conciencia. Sólo a través de ellos puede el hombre hacerse una imagen de la realidad externa. De
esta suerte la naturaleza se nos da mediatizada, como realidad fenoménica, como "una realidad
encubierta con los procesos de la conciencia".
Los hechos que integran nuestra intimidad espiritual, en cambio, no son apariencias (encubierta
realidad), manifestaciones externas de una secreta y más honda existencia, sino hechos dados en
su plenitud y radical autenticidad. Para conocerlos, no hay que proponerse descubrir algo tras
ellos: sólo es suficiente describirlos con objetividad en su viva y dinámica estructura. La realidad
espiritual, en efecto, es un complejo unitario, no un agregado sumativo: una estructura que se ha
ido integrando orgánicamente por sedimentos históricos: una síntesis viva de hechos pretéritos
y de proyecciones de futuro; en suma, temporalidad histórica.
La fundamental diferencia entre el objeto de estudio de las Ciencias de la Naturaleza y el de las
Ciencias del Espíritu trae consigo una fundamental diferencia respecto al proceso cognoscitivo
que han de emplear unas y otras. Las Ciencias del Espíritu tienen que ocuparse del hombre en
su totalidad. Kant indagó las funciones intelectuales de la conciencia humana que hacen posible,
que explican, las condiciones objetivas, de las Ciencias Naturales, y llamó a su investigación
Crítica de la Razón Pura. Dilthey se propone descubrir los principios que hacen posible, que
vienen a fundamentar las Ciencias del Espíritu, y proyecta una Crítica de la Razón histórica, ello
es, una Gnoseología del mundo histórico: ¿Cómo es posible la historia como ciencia?
La vida humana. — La nueva teoría del conocimiento se sirve de la Psicología estructural, que
es una psicología que se diferencia de la Psicología tradicional en su intención y su método. Al
paso que ésta trata, a manera de una ciencia natural, de explicar los hechos de conciencia
echando mano de la categoría de causalidad y, por ende, tratando de combinar elementos para
construir artificiales imágenes de la vida anímica, la Psicología de la estructura concibe la
realidad espiritual como un complejo unitario de hechos solidarios que evolucionan
estructuralmente. Estructura, evolución e historicidad son las categorías con las que opera la
gnoseología de las Ciencias del Espíritu, y es que la realidad humana es un complejo de
relaciones histórico-vitales. Para el hombre, cada cosa es algo que sólo en atención a su dinámico
desarrollo tiene sentido y explicación. "El amigo es para él una fuerza que eleva su propia
existencia; cada miembro de la familia tiene un puesto determinado en su vida, y todo lo que lo
rodea es entendido por él como vida y espíritu que se ha objetivado allí. El banco delante de la
puerta, la casa y el jardín tienen en esta objetivación su esencia y su sentido. Así crea la vida
desde cada individuo su propio mundo".
En otros términos: la vida humana no puede entenderse por la categoría de la causalidad, pues
no es un agregado de causas y efectos, sino por la idea de finalidad, porque es una estructura
cuya sustancia es el tiempo histórico.
La hermenéutica. — Dilihey llama comprensión a esta captura teleológica o finalista de la vida,
para distinguirla de la explicación causal en que se obstina la vieja psicología. El método de las
Ciencias del Espíritu es la comprensión histórica, pero como el comprender la vida ajena, actual
o pretérita, requiere por necesidad una interpretación, llama Dilthey a su método hermenéutica.
Comprender es revivir (volver a vivir) las vivencias de un espíritu o alma individuales y
concretos, partiendo unitariamente de los propósitos y objetivos que motivaron su conducta.
Pero entender un hecho espiritual no por las causas sino por los motivos, por los propósitos y
los objetivos que lo determinaron, es reconstruir un acontecimiento peculiar y único; significa
hacer la historia del hecho, si entendemos por historia el revivir y explicar el pasado tomando en
cuenta el sentido, valor e importancia de los acontecimientos. Es un método de comprensión
histórica, asimismo, porque para entender el hecho en su integridad es preciso relacionar las
partes con el todo; enlazar cada uno de los aspectos del acontecer con la conducta total del
sujeto. Poner en relación las partes o aspectos de la conciencia humana con la conducta total de
la persona es comprender estructuralmente.
La filosofía de la filosofía. — En relación con la vida histórica de la filosofía, la hermenéutica
pone al descubierto la antinomia entre la aspiración a lo universal, propia de toda construcción
metafísica, y la conciencia histórica que exhibe la relatividad de todo sistema. La solución que
ofrece Dilthey a este problema es la "filosofía de la filosofía", cuyo propósito no es fundar una
nueva metafísica, sino el de descubrir la ley conforme a la cual nacen y mueren los diferentes
sistemas filosóficos, al propio tiempo que describir los tipos de las principales concepciones del
mundo. La filosofía de la filosofía, además, hace ver la intrínseca necesidad del hombre de
poseer una cosmovisión, una idea unitaria del Universo. La verdadera filosofía, la filosofía de la
filosofía, no tiene otro papel que interpretar la estructura de las filosofías históricamente dadas,
que, a su vez, no han sido otra cosa que teorías de las concepciones del mundo y de la vida. La
filosofía de la filosofía es, así, una filosofía de la vida.
Dilthey cree descubrir tres tipos de concepciones filosóficas del mundo que, dentro de los
peculiares caracteres de cada época, se repiten a lo largo de la historia; el materialismo, el
idealismo objetivo y el idealismo de la libertad. Para el primer tipo, positivismo (Demócrito,
Hobbes, Comte), el mundo aparece como un conjunto de hechos causalmente determinados. Los
conceptos de valor y finalidad no tienen sitio en esta concepción del mundo. El segundo tipo de
filosofía, el idealismo objetivo (Heráclito, Leibniz, Hegel...), postula la idea de valor y de sentido
en la interpretación de "mundo de vida". Panteísmo y panenteísmo son formas de esta filosofía.
El idealismo de la libertad (Platón, Kant, Fichte) se funda en la experiencia humana del libre
albedrío y establece la soberanía y trascendencia del hombre. En su concepción del mundo
aparecen las ideas de personalidad divina y de creación.
Por esta vía creyó Dilthey convertir la filosofía, de mera concepción del mundo, en teoría de la
concepción del mundo. La filosofía deja de ser un sistema más; comprende todos los sistemas
históricamente dados.