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FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XX
LA FENOMENOLOGIA DE LOS VALORES: MAX SCHELER Y NICOLAS HARTMANN
MAX SCHELER (1874-1928) es uno de
los filósofos más señeros de nuestro tiempo. Influido
originariamente por Eucken, Nietzsche, Dilthey y Bergson, y resuelto admirador de San Agustín,
pudo con el tiempo forjar una doctrina original. Traeltsch le ha llamado el "Nietzsche católico".
Obras fundamentales: El Formalismo en la Etica y la Etica material de los valores (1913-1916); La
subversión de los valores (1919); De lo eterno en el hombre (1921); El lugar del
hombre en el
cosmos (1928).
Para Scheler existen tres clases de saber en el hombre. El primero es el conocimiento de las
ciencias particulares,
cuyo designio reside en dominar la realidad por medio de la técnica. El
segundo tipo de conocimiento es el que lleva al hombre a descubrir el mundo de las ciencias en
su estructura a priori e intemporal. Al hilo de una réplica de la
filosofía kantiana, trata de
mostrar que la intuición emocional es el órgano de conocimiento de los valores, que, como tal,
vive y descubre la estructura ideal de éstos (apriorismo emotivo), gracias a un acto intencional,
es decir, un acto
que se proyecta hacia algo objetivo. La
tercera especie de saber es el
conocimiento metafísico o saber de salvación. Sus objetos son la vida, la supervivencia, Dios...
Este saber instala al hombre en
el mundo de lo absoluto. Su inicial y decisivo problema es el
relativo a la naturaleza ontológica del hombre (antropología filosófica). 
El rendimiento más apreciable de Scheler está en su doctrina sobre los valores y el concepto de
persona. Desde luego establece que el valor es una cualidad a priori que reside en los objetos. El
sentimiento es el vehículo que nos lo descubre. El sentimiento de valor es una particular especie
de sentir; tiene leyes y actos puros, es decir, independientes según su esencia y contenido de los
hechos empíricos. Es tan evidente este último aserto, que acaba por expresarlo Max Scheler en
esta forma inequívoca:
"Existe un ordre du coeur ou logique du coeur a priori". En un comercio emotivo con el mundo,
en el amor y en el odio, es decir, era la pauta del preferir de cada acto intencional brillan los
valores y su
jerarquía. Hay una experiencia cuyos objetos están cerrados completamente a la
razón; ella es para el valor tan ciega
como el oído para los colores; en cambio, aquella
experiencia nos conduce a auténticos objetos y a un orden eterno entre ellos, a saber, los valores
y su jerarquía. Los valores son captados en sentimientos intencionales, son auténticas y
verdaderas cualidades ideales, objetos semejantes a los colores y tonos. Se convierten en algo
real tan sólo en los bienes. Los propios bienes se diferencian de
los valores en que ofrecen
unidades reales de cualidades de valor; pero como los bienes, se agrega, son objetivos, se puede
decir que los valores son materiales, es
decir, algo cualitativo y determinado
que, aunque
suponen cierto radio de acción, son independientes del movimiento y variación en la historia: a
priori
es la experiencia de ellos. En la vivencia
del valor siempre se da un acto de preferir o
posponer, en el cual captamos el grado de los valores, su ser superior o inferior. Amor y odio
forman al mismo tiempo los grados extremos de nuestra vida emotiva. Los valores no pueden
crearse; existen independientemente de todo sujeto; son esencias absolutamente trascendentes,
si bien radican en un mundo ideal, en un kosmos noetós, como dice con una favorita expresión
Nicolás Hartmann. El hombre como hombre es solamente, por decirlo así, la oportunidad y el
lugar para surgir de los valores
palpables, actos y leyes de actos, que por
ello mismo, sin
embargo, son completamente independientes de toda clase de organización y de la existencia de
tal organización.
Existen valores propios (en alemán, Selbswerte) frente a valores consecutivos, es decir, aquellos
que se ofrecen en intuición inmediata como medios para la realización de los primeros. Por otra
parte, distingue los valores personales (los que se dan en las personas) de los valores de cosas
(en alemán Sachwerte).
Desde el punto de vista de la materia,
admite cuatro especies o
modalidades de valores propios cuyo rango o jerarquía progresa de los más bajos a los más altos
según la siguiente tabla:
1. Los valores de lo agradable y desagradable (consecutivo, entre otros, lo útil).
2. Los valores vitales (todos los valores situados en la esfera de lo que se entiende habitualmente
por bienestar y malestar, como salud, enfermedad, fuerza, etc.).
3. Los valores espirituales, que, a su vez, se escinden en estos grupos:
a) Los valores estéticos.
b) Los valores de lo justo y de lo injusto.
c) Los valores del conocimiento de la verdad (la verdad misma no es un valor para Scheler).
4. Los valores de lo santo y de lo profano.
Los valores morales ocupan un sitio peculiar frente a los otros valores. Cabe decir, ante todo,
que constituyen valores personales. También, dentro de una postura enérgica, abandona la
teoría aquel aspecto unilateral de concebir lo bueno en función de un valor determinado (como
lo hacen entre otros, el utilitarismo, el hedonismo, etc.). Bueno y malo, en cambio, son definidos
aquí en relación con todos los valores posibles. En otras palabras, el acto bueno tiene
necesariamente como materia otro valor. La materia del querer "es siempre y necesariamente un
valor no ético". "El valor 'bueno' —en sentido absoluto— es aquel valor que aparece, según ley
esencial, en el acto de la realización de aquel valor que, frente a los otros valores, es el más
elevado. El valor 'malo', aquel que aparece como más bajo en el acto de la realización."
La persona, para Scheler, es el espíritu como unidad esencial, como centro
de los actos
superiores afectivos orientados al mundo de los valores; no es una sustancia, sino una actividad
concreta y estructural; no es psique, sino espíritu.
Las ideas de Scheler han recibido en los últimos años un impulso de consideración en mcoils
HARTMANN (nacido en 1882). Si bien la ética material a los valores no sufre ninguna
aceleración de fondo en este pensador, es notorio que ha progresado su terminología muy
significativamente y, con ella, se han explotado muchos pensamientos de cierta vaguedad
originaria.
Hartmann ha explorado también con reconocido éxito en el campo de la ontología. Obras
principales: Principios de una metafísica del conocimiento; Etica; Fundamentación de la
Ontología.