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FILOSOFIA - Platón
OBRAS
Tan gran escritor como filósofo, nos ha legado los siguientes Diálogos, entre los que se cuentan
algunos de los más insignes monumentos del espíritu humano; la Apología de Sócrates. Es un
texto fundamental para mostrar, sin arrogancia, pero con suprema dignidad, la corroboración,
en la muerte de Sócrates, de la filosofía de este ilustre pensador. En la Apología se refutan las
acusaciones dirigidas contra Sócrates.
El Critón personifica a las leyes de Atenas, que en sueños aparecen al filósofo y le vedan aceptar
el proyecto de fugarse de la cárcel, que Critón ideó. La moral suprema de este diálogo estriba en
sostener el respeto a la ley, justa o injusta.
El Eutifrón plantea ya el problema teológico de averiguar si el Bien es bueno porque Dios lo
quiere, o Dios no puede sino querer el Bien. Las disputas de los grandes teólogos de la Edad
Media están como presentidas o adivinadas por Platón. El autor no resuelve en el curso del
Diálogo, el problema.
Tampoco en el Carmides se resuelve qué es la sabiduría; porque sólo se niega que sea el pudor,
la tranquilidad o el conocimiento de sí propio. Como en el Eutifrón, la solución no se ofrece por
el autor.
En el Filebo se estudian los argumentos relativos a fundar la ética en el placer y se resuelve que
el soberano bien no consiste en el placer, sino en la sabiduría.
Los dos Hipias nos dan el retrato del sofista así llamado, y en el Gran Hipias se esboza una
teoría de las ideas y se ensaya una definición de la belleza.
El Ion trata de la inspiración poética, en magníficos términos. Platón la equipara al delirio.
En el Protágoras se debate sobre si puede ser enseñada la virtud. Se inicia el diálogo con el
retrato de varios sofistas célebres.
En el Menón se trata de averiguar, como en el Protágoras, si puede enseñarse la virtud. Se
conversa asimismo sobre qué es la ciencia, y Platón sostiene la teoría de que saber es recordar.
El Gorgias es una célebre alegación contra la retórica. En oposición a las opiniones de los que
discuten las conclusiones de Platón, pensamos que sus argumentos contra la retórica son
perfectos.
El Eutidemo es un diálogo regocijado y magnífico, que ha valido a su autor el dictado de
"primer polemista del mundo". Siempre habrá que censurar a quienes discuten por mostrar
talento y habilidad y no con el fin dialéctico puro de alcanzar la verdad.
El Cratilo es una discusión lingüística, animada con la gracia misteriosa del ático escritor.
El Lisis es una conversación deleitosa sobre la amistad.
En el Banquete se desarrolla la dialéctica del amor, parte esencial del platonismo. Las páginas de
este célebre Diálogo nos conmueven con la misma emoción que tuvieron los antiguos lectores
del filósofo. Eros es siempre un ímpetu hacia la Belleza, hacia la Idea platónica, y la dialéctica
nos lleva de la Venus Calipigia a la Venus Urania. Diótima de Mantinea, al final del diálogo,
dice el pensamiento de Platón, pensamiento que sólo podría haber sido superado si después de
hablar Sócrates, hubiera milagrosamente aparecido entre los contertulios Jesucristo, para
declarar la forma suprema del amor: la Caridad.
El Fedón trata de la inmortalidad del alma. Son conversaciones que tiene Sócrates con sus
discípulos, momentos antes de ser sacrificado. Entonces afirma el héroe su fe en la inmortalidad
del alma. Platón ha descrito estos últimos instantes de la vida de Sócrates en la prosa más bella,
sin duda alguna, de la literatura universal.
La República es el Diálogo fundamental de Platón; el único que puede dar idea del conjunto de
su pensamiento. En el Coloquio VII, por medio de la alegoría de la Caverna, se explica en un
mito radioso, el platonismo. El filósofo aristócrata, descendiente de Solón, pugna por ofrecer a
los filósofos el gobierno de la República. Ellos al frente; junto a ellos, los soldados y los artesanos;
porque las facultades inferiores deben subordinarse a las superiores. Nada, por otra parte, más
lejano de la República de Platón que el socialismo moderno. No hay igualdad en la República
platónica. Hay aristocracia. La hipótesis consiste en pensar que, así como el Logos es lo supremo,
los gobernantes han de ser los filósofos.
El Fedro, el último de los Diálogos de la suprema madurez de Platón, es el concepto de una
retórica filosófica. Este designio lo realizará, más tarde, Aristóteles. En el Fedro subsisten, llenos
de vida y animación, algunos de los mitos más adorables de Platón.
Por último, los diálogos que corresponden a la vejez del filósofo: el Parménides, el Sofista, el
Político, el Timeo, el Critias y Las Leyes. Amén de los tachados de apócrifos o dudosos. También
las célebres Cartas, tan importantes e instructivas.
El Parménides y el Sofista son dos monumentos de profunda discusión metafísica. En el primer
diálogo, conversa el gran filósofo de Elea con el joven Sócrates. Es indispensable el conocimiento
circunstanciado del Sofista y el Parménides, para la inteligencia de la dialéctica de las Ideas.
En el Político, continúa la discusión metafísica en torno de la definición del político.
El Timeo es la cosmogonía platónica, la "física" de los filósofos anteriores a Aristóteles.
El Critias se remonta a describir a los hombres que vivieron diez mil años antes de Platón, en
Atenas.
Las Leyes son una especie de adaptación de la magnífica utopía de la República, a las
condiciones de la vida griega. El viejo filósofo, de quien Cicerón dice que lo sorprendió la
muerte escribiendo, parece haber seguido, en la redacción de este diálogo, el consejo que da
Bacon al pensador: "poner plomo a las alas".