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FILOSOFIA - Kant y el idealismo alemán
LA CRITICA DEL JUICIO
La oposición entre necesidad y libertad, en que culminan la Crítica de la razón pura y la Crítica
de la razón práctica, trae consigo una nueva reflexión encaminada a mantener la unidad de la
razón. Esta es la tarea de la Crítica del juicio.
Gracias a la fantasía, el hombre puede salvar esta unidad de la razón, toda vez que ella ocupa un
lugar intermedio entre la representación y el querer. En efecto, en la fantasía el hombre supone
una representación del objeto, pero también, como es fácil advertirlo, implica la idea de
finalidad, sólo que ésta puede ser consciente o no (en el primer caso los objetos se consideran
como adecuados o inadecuados, en el segundo, como agradables o desagradables). En todo caso,
cabe preguntar: ¿Hay leyes, formas emotivas (sentimentales) universalmente válidas, esto es, a
priori? Para responder a tal pregunta, hay que distinguir entre los sentimientos que acompañan
la conciencia moral y los que carecen de tal intención ética: por lo que hace a los primeros, la
crítica de la razón práctica ha dado ya la respuesta; respecto a los segundos, hay que mencionar
los sentimientos de lo bello y de lo sublime. Pero el radio de la capacidad sintética (reflexiva) de
juzgar, esto es, la de subordinar o subsumir un objeto bajo un fin, va más allá de la esfera del
arte. Pretende incluso concebir a la naturaleza dotada de finalidad en sí misma (empleo de las
Ideas de la razón práctica en los objetos de la razón teorética). De ahí que la Crítica del juicio, de
la capacidad de juzgar, se divida en dos grandes secciones: una donde se estudian las relaciones
de finalidad del sujeto humano con los objetos de experiencia (juicio estético) y otra donde se
considera a la naturaleza como si estuviera dotada en sí misma de finalidad (juicio teleológico).
En la doctrina del juicio estético comienza Kant por distinguir lo bello de lo bueno y de lo
agradable. Aunque belleza y bondad son modalidades a priori de la conciencia, la primera place
sin servirse de conceptos, mientras la segunda exige por deber. No hay una tecnología estética:
sólo es posible una crítica del gusto. Por otro lado, no obstante que lo bello y lo agradable
comparten la inconceptuabilidad, el valor estético es universal y necesario; el otro, subjetivo y
fortuito. Empero, semejante carácter a priori (universalidad y necesidad) difiere de la
conceptuabilidad teorética. En fin, la belleza se distingue de lo bueno y agradable en que place
desinteresadamente. Pues la finalidad que preside el juicio estético se refiere a la armonía de los
objetos representados por la fantasía con las leyes formales de la sensibilidad y del
entendimiento. De esta suerte, se revela una vez más el valor, radical de la "conciencia en
general", de este substrato suprasensible de lo humano.
Al paso que lo bello se enlaza a las funciones cognoscitivas del entendimiento, la esencia de lo
sublime traba contacto con la relación que guardan la parte sensible y la suprasensible de la
naturaleza humana. Hay dos especies de sublime: el matemático y el dinámico; aquél es la
imagen de la Idea teorética del infinito; éste la de la Idea moral de lo absoluto. La Estética de
Kant culmina, pues, en una explicación de lo bello y de lo sublime en función de la naturaleza,
esto es, de las leyes rectoras del entendimiento y la razón. Pero su finalidad es inmanente como
ha quedado mostrado ya. Cuando la representación no se mantiene en el simple juego de la
fantasía, sino que obedece intereses externos, surge el arte tendencioso. De ahí que la
representación de los supremos ideales (los que indican fines absolutos) constituyan la suprema
faena del arte. Pues la producción estética es cual un producto espontáneo de la naturaleza. De
ahí también que éste represente la unidad buscada de libertad y necesidad, de finalidad y
causalidad.
La Crítica del juicio teleológico (la segunda y última parte de la Crítica del juicio) estudia
fundamentalmente las relaciones entre la explicación científica (causal) de la naturaleza y la
consideración finalista de ella. Aunque la doctrina científiconatural sustenta con derecho la
concepción mecanicista, es innegable que existen ciertas provincias de la realidad no explicables
por meras relaciones causales: Es aquí donde tiene lugar cierta consideración finalista del
mundo (la teleología crítica versa sólo sobre los conceptos límites de la explicación mecánica de
la naturaleza). El primero de estos conceptos es la vida, cuya esencia reside en las mutuas
relaciones del todo (el organismo) con las partes (los miembros). En todo caso, la consideración
finalista de la naturaleza, ha de valer como principio heurístico en la búsqueda de los nexos
mecánicos. Otro concepto límite del conocimiento natural es la especificación de la naturaleza:
Aquel ritmo de la ciencia natural gracias al cual las leyes especiales se van incorporando
armoniosamente en el conjunto del saber, pues el contenido de éstas, no es derivable de los
principios supremos del entendimiento. En esto radican los fundamentos a priori para
considerar la naturaleza como un todo desde el punto de vista de la finalidad; pero como éste no
puede ser otro, según el primado de la razón práctica, que la ley moral, la razón teleológica,
estética, viene a superar formal y materialmente el dualismo de razón teorética y práctica. Pero
ello nos lleva al postulado de un espíritu divino que crea simultáneamente contenidos y formas
del universo, una razón que produce lo sensible al par que lo categorial, una intuición
intelectual o entendimiento intuitivo. En este camino se encuentran las Ideas de las tres Críticas.