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FILOSOFIA - La filosofía del Iluminismo
LEIBNIZ Y EL ILUMINISMO EN ALEMANIA
LA MONADOLOGIA. - La doctrina cosmológica de Descartes era una doctrina estática. Para el
filósofo francés, la esencia de los cuerpos era la extensión. Leibniz se pronuncia en favor de una
teoría dinámica del universo. Las substancias son, en esencia, fuerzas. Por tanto, no existen dos
substancias como en Descartes (dualismo) ni una como en Spinoza (monismo). El número de las
substancias es infinito (pluralismo metafísico). La estructura metafísica de cada una de las
substancias es una mónada. Este término (del griego monas) significa unidad. Las mónadas son
los elementos indivisibles de las cosas. Un acto de creación las produce, y mueren por un acto
de aniquilamiento. La mónada no está sujeta a ninguna acción exterior; ni obra ella misma sobre
nada exterior. Cada mónada representa en sí el mundo entero, es un microcosmos y su vida
consiste en el interno autodesarrollo de sus propias posibilidades.
Hay una jerarquía de las mónadas, establecida conforme al grado de conciencia, con que cada
una se representa el mundo: desde la mónada perfecta e infinita, que es Dios, hasta las mónadas
que constituyen los cuerpos naturales. No hay dos mónadas iguales. La corporeidad está
constituida por mónadas de imperfecta fuerza representativa, de percepción en el mínimo grado
de claridad. Hay mónadas que, además de conciencia, tienen memoria; además de percepción,
apercepción: ésta es la mónada que constituye el alma humana.
Las mónadas no tienen ventanas. Para explicar la relación de las mónadas entre sí, inventa
Leibniz la doctrina de la armonía preestablecida. Para Malebranche,
alma y cuerpo se
comunican en virtud de una constante intervención de Dios. En Spinoza desaparece el problema
de la comunicación de las substancias. Leibniz resuelve el problema asentando que Dios no
necesita poner de acuerdo a las mónadas permanentemente, sino que al crearlas lo hizo de
manera tal, que siempre habrán de coincidir en su querer y obrar.
LA TEODICEA. - Leibniz ha sido el primero en llamar Teodicea, vale decir, justificación de Dios,
a la teología racional. ¿De qué hay que justificar a Dios? Respuesta: hay que hacer compatibles la
omnipotencia y la creación divinas con la existencia del mal en el mundo. Leibniz admite la
existencia de un mal metafísico, de un mal físico y de un mal moral. Ninguna de estas especies
de mal hay que imputar a Dios, como creador. El mal metafísico es inherente a la finitud del
mundo. El mal físico se justifica por la existencia de bienes superiores. El mal moral no es
producido por Dios, sino permitido en cuanto es condición para la existencia de otros bienes. Se
ve, pues, que el mal propiamente no es nada positivo, sino algo negativo.
De aquí saca Leibniz su doctrina del optimismo. Este mundo encierra el mayor número de
bienes y el menor número de males. Es el mejor de los mundos posibles. Dios, como espíritu
personal, es fuente de todo cuanto existe: creador del mundo. Dios hubiera podido crear otros
mundos, y la razón suficiente por la que creó éste fue que es el mejor de los mundos posibles.