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FILOSOFIA - La filosofía helenístico-romana
LA STOA
ZENON (335-263), oriundo de la isla de Chipre, funda la escuela estoica o del pórtico, así
llamada debido a que éste enseñaba en un pórtico a manera de aula, la stoa poikile. Después de
Zenón, la escuela estuvo representada, entre otros, por CLEANTES y CRISIPO (muerto hacia
208).
Los estoicos dividen la filosofía en Lógica, Física y Etica. Las dos primeras de estas disciplinas,
empero, se hallan al servicio de la última.
Los estoicos aceptan en términos generales la lógica aristotélica; mas por vez primera hacen el
intento de derivar las categorías (que reducen a cuatro: substancia, propiedad, cambio y
relación), sistemática y serialmente, y al distinguir con gran claridad lo subjetivo de lo objetivo,
vienen a plantear el problema epistemológico de la relación entre objeto y sujeto, de tan
extraordinaria importancia para el tema del criterio de la verdad. Los estoicos subrayan,
asimismo, el origen sensible del conocimiento, cuya realidad defienden contra escépticos y
académicos, aludiendo por primera vez a un carácter distintivo de lo verdadero que ven en la
evidencia de la percepción, que nos obliga al asentimiento interno (phantasía kataleeptiké).
La física estoica, considerablemente influida por la doctrina de Heráclito, comprende por igual
la cosmología y la teología. Para la Stoa todo lo real es corpóreo. El mundo es materia animada
por una fuerza inmanente, que es Dios mismo; su doctrina es, por tanto, un materialismo
panteísta. A menudo llaman a este principio rector del universo logos spermatikós (ratio
seminalis), ya que crea y determina los modos de ser de las cosas singulares. La propia alma
humana no es sino una emanación de esta fuerza divina.
La filosofía para los estoicos es ante todo un arte para conducir la vida. De ahí la señalada
importancia de la ética. Ahora bien, quien conduce del mejor modo su existencia, es quien
conoce el curso de los acontecimientos, en una palabra, el sabio. La filosofía tiene, así, por
definitiva tarea, describir el ideal del sabio, esto es, del hombre cuya sapiencia lo convierte en un
ser virtuoso y feliz.
La virtud consiste en vivir conforme a la naturaleza, o, lo que es lo mismo, conforme a la razón.
Coincidiendo con Sócrates, la Stoa viene a identificar sabiduría y virtud. El sabio siempre obra
bien; el necio, el ignorante obra siempre mal. La moralidad humana reside en la sumisión a la
ley natural, en la completa obediencia del curso cósmico, que es una necesidad eterna, y puesto
que la razón universal en la doctrina estoica es la divinidad —la virtud, la sumisión a Dios y a la
ley divina no es otra cosa que la subordinación al orden cósmico y al mandato de la Providencia:
la lex naturae es la lex divina—, una equiparación, por cierto, de extraordinario influjo para la
posteridad. La virtud del individuo perfecto que, ante los otros seres y su vida impulsiva, exige
recogerse autárquicamente y a sí propio tranquilizarse, aparece ligada a algo general y todo
poderoso.
Sin embargo, dado que, una parte de esta razón universal la constituye el heegemonikón, el
principio vital y rector del alma humana, sólo es valiosa la conducta que obra adaptándose a la
naturaleza humana, a la esencia del hombre y, en verdad, lo mismo en aquel sentido general,
cuando lo moralmente digno coincide con la perfecta y auténtica humanidad y con la
racionalidad, válida para todos en igual medida, que en aquella dirección concreta, donde el
cumplimiento de aquel mandato natural hace posible el desarrollo de la interna estructura de
cada individuo. Los estoicos han visto en el paralelismo de ambas direcciones el motivo que ha
de orientar racionalmente la conducta como ideal de la sabiduría; y encontramos que la más alta
sabiduría reside en mantener esta completa conformidad del virtuoso con su esencial naturaleza;
en esto consiste la verdadera fuerza de su carácter.
Con frecuencia las pasiones humanas impiden esta armonía con la naturaleza. El ideal del sabio
consiste entonces en liberarse de ellas y hacerse insensible a cuantas cosas considera moralmente
indiferentes, como el placer, los honores, la riqueza. El sabio es imperturbable y, por ello,
independiente y libre (ataraxia estoica).
Los estoicos han profundizado, partiendo de la conciencia del deber, en la valoración moral del
querer y obrar humanos, y aquel pensamiento, de aplicación general, conforme al cual el
hombre en su conducta entera es responsable interna y externamente de un mandato de orden
superior, constituye su más alto rendimiento filosófico.