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FILOSOFIA - Aristóteles
LA PSICOLOGIA
Nada es más próximo —por más que difiera de ello— que la psicología aristotélica a la postura
fenomenológica. Porque, según el Estagirita, la intuición siempre es verídica; tanto la intuición
de lo sensible, como la de las esencias indivisibles. Entre estos dos límites cabe todo nuestro
saber y se despliega nuestra ciencia.
"No hay pensamiento sin imagen". La imagen es el objeto en que la inteligencia mira lo
universal. Los geómetras, para especular sobre las propiedades del triángulo, trazan una figura
triangular de dimensiones definidas; pero no piensan en estas dimensiones, sino que se elevan a
la visión del universal, o, como lo dice Husserl en sus Investigaciones Lógicas, a "la
triangularidad".
Entre lo sensible y quien lo siente, media una relación, que equivale a la que liga lo inteligible
con la inteligencia.
La inteligencia no puede entender, realmente, según Aristóteles, si no pasa de la potencia al acto;
antes es como una tabla vacía. La inteligencia se identifica con lo inteligible. El alma es todo lo
que piensa.
La inteligencia puede percibir y percibe lo inteligible, todo lo inteligible. Las esencias,
desprendidas de los datos de la sensibilidad, en donde están involucradas, se muestran a la
inteligencia. La abstracción es, precisamente, la facultad de hacer pasar al acto los inteligibles,
potencialmente radicados en lo sensible. La ciencia de las cosas inmateriales es idéntica a su
objeto.
Esta actividad de la inteligencia, poder abstractivo del espíritu, es lo que Max Scheler llama
"Acto ideatorio". La Dirección fenomenológica "ofrece una nueva y originaria contrastación de
todos los problemas objetivos, y guarda con los principios básicos de la filosofía cristiana
tradicional un parentesco más profundo que ninguna otra escuela filosófica moderna a partir de
Descartes".
He aquí cómo Otto Gründler, en su Filosofía de la Religión —que es un ensayo fenomenológico
sobre el problema de Dios—, expone los aspectos de la intuición esencial: "A base de la
percepción sensible, o de la representación imaginaria de un árbol verde, puedo, mediante un
acto peculiar de la conciencia, abstraer de todo lo individual, y al través, por decirlo así, de la
intuición sensible de su individual color verde aprehender, categóricamente, la esencia "verde",
la entidad "color en general".
Y sólo en virtud de que somos capaces de esta abstracción podemos luego establecer juicios
sobre cosas universales. Por ejemplo, si afirmamos: "verde es diferente de rojo".
Por ende, todo el edificio de la construcción especulativa, toda la ciencia, se fundamenta sobre la
intuición sensible y la intuición inteligible, sobre la abstracción y el razonamiento; mas la
abstracción y el razonamiento funcionan sobre los datos de la intuición. De este modo se
relacionan con la realidad, particular o universal. Si se suprime la intuición fundamental,
sensible o inteligible, el organismo del razonamiento sería como un mecanismo que, sin tener
materia propia que elaborar, se moviera en el vacío.
Esta proximidad del pensamiento moderno y la filosofía aristotélica, prueba, con más eficacia
que muchas otras extensas consideraciones dialécticas, el valor perdurable de la obra de
Aristóteles.
La causa del perenne renacer aristotélico estriba en que todas las corrientes filosóficas de la
antigüedad desembocaron en su síntesis. Dotado el filósofo de Estagira de una cultura biológica
extraordinaria, de una información cabal y circunstanciada sobre las ideas de sus precursores
filosóficos (al punto de que, como se muestra en el primer libro de la Metafísica, jamás
emprende su propia investigación sin enterarse y enterarnos del pensamiento de los filósofos
precursores suyos), significa el principio de la madurez intelectual del pensamiento humano.
La filosofía actual está bajo el signo aristotélico. Buscamos tras de la apariencia, el ser; la esencia
en el fenómeno: ambicionamos la explicación de la sustancia. Debemos al criticismo el habernos
dotado de exquisita parsimonia; pero no puede ser ya, para nuestro tiempo, toda la ciencia
humana, la física newtoniana, esto es, la naturaleza interpretada matemáticamente. Al lado de la
ciencia natural, está la ciencia cultural. Puede la inteligencia empeñarse en desentrañar lo
absoluto del fenómeno, abstraerlo de él, y explicar la existencia. La inteligencia no está ligada,
por siempre, a la pura intuición sensible. Hay otra intuición, la inteligible, que nos lleva al
mundo de las esencias y de los valores, al mundo incorruptible de Platón; pero este mundo no
se desvincula del sensible, sino que se integra con él, como el color verde reside en los objetos
verdes, sensibles e individuales.
Jamás separó Aristóteles ambos elementos de la realidad; procuró siempre filosofar con todos
los recursos de la mente; por esto enseñó que sólo hay seres particulares; pero en ellos radica,
implícito, lo universal, y la abstracción lo descubre.