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FILOSOFIA - Aristóteles
LA FILOSOFIA NATURAL
En torno de la enseñanza recibida a través de dos grandes intérpretes de Aristóteles, Ravaisson
y Brentano, se ha constituido nuestra convicción filosófica, de que el organismo de la ciencia
más encumbrada de todas, se definió ya en sus aspectos y atributos fundamentales, en la obra
del Estagirita.
Así como otras filosofías se inspiran, fundamentalmente, en las matemáticas (por ejemplo, el
pensamiento de Spinoza), la síntesis aristotélica es de inspiración biológica.
También las ciencias físicas, en la antigüedad griega, como en los tiempos
modernos, han
podido inspirar la obra de un Demócrito o de un Spencer. El aristotelismo se fundamenta sobre
la amplia meditación y el íntimo contacto que tuvo el sabio de Estagira con los seres y los
fenómenos de la vida.
Lo que contemplamos siempre es el objeto. El objeto puede ser natural o artificial. Existen los
seres concretos y las cosas distintas unas de otras. Lo individual —noción esencialmente
biológica—es lo existente.
Cada individuo está formado o compuesto de materia y de forma; pero la materia y la forma
sólo por abstracción son separables. El hombre es el compuesto humano, no "el alma que se
sirve de un cuerpo", como dicen los platónicos, sino la síntesis de la materia y la forma, la
síntesis antropológica. La sustancia es individual. El individuo es sustancia. En el mundo sólo
hay sustancias. Si se trata de géneros o de cualidades o de atributos o de determinaciones, claro
se entiende que no se trata sino de sustancias, porque géneros, cualidades, atributos y
determinaciones sólo existen en las sustancias. Unicamente por medio de la abstracción se
separa lo abstracto de lo concreto.
El mundo está ordenado en una serie de condiciones que se definen por el fin último, por el fin
final. A este fin todo se refiere. El universo tiende al término último: Dios.
Dios todo lo mueve; pero no es del mundo, es extraño al mundo. Dios todo lo mueve sin
moverse. Es el ser pleno. Porque a todos los seres les falta plenitud; por esto cambian, se mudan,
se transforman y perecen. Son seres incompletos, imperfectos, apenas esbozados. El ser en su
plenitud no ha menester de otro para ser. Se basta en absoluto a sí mismo.
El único capaz de bastarse a sí propio es el pensamiento.
Sólo el pensamiento puede ser el motor inmóvil que, como dice Ravaisson, "no mueve por un
impulso, sino que atrae por su absoluta perfección".
Todo lo que sea potencia ha de residir en el móvil; y todo lo que sea acto, en el motor, en el
motor inmóvil.
¿Cómo podrá Dios mover el mundo sin moverse?... Y responde Aristóteles: la belleza mueve al
alma, como el objeto del deseo mueve a quien desea: sin moverse. Es que todo efecto se hace
para su causa, y el acto eterno, que constituye la vida, es el deseo eterno del bien.
En este punto se ve con claridad la diferencia que media entre el pensamiento platónico y el
aristotélico: para Platón, lo supremo es la idea de Bien; para Aristóteles, lo sumo, es un ser, "no
la idea de Bien, sino EL BIEN".
La sabiduría consiste en la conciencia de tender al Bien. De esta suerte se fundamenta la Etica,
como una tendencia a superarse para realizarse. Todo el universo tiende a esta superación de
cada ser en cada ser; pero los hombres somos conscientes de la tendencia universal que actúa
sobre nuestro organismo y nuestra mente, como sobre todos los seres del mundo.
A todos atrae el principio que hace mover cuanto existe; los demás seres no saben que en este
movimiento de superación y de atracción reside el sentido oculto de la existencia.
Nietzsche imaginó el modelo del "superhombre". Es inútil semejante modelo, porque no hay
superhombre que iguale al Bien que tenemos que realizar para ser hombres. Ningún
superhombre es divino; el hombre tiene por misión realizarse tendiendo a ser Dios, conforme a
la filosofía aristotélica. ¡Cuán superior se muestra el paradigma aristotélico, en comparación del
modelo nietzscheano, inclinado grandemente hacia la propia humanidad!
Y Dios vive su vida indeficiente, pensándose a sí propio, recreándose en su esencia, atrayendo a
todos los seres, que se mueven para igualarlo, sin lograr alcanzarlo jamás.
Este es el anhelo que mantiene en su desarrollo a todas las existencias. Si el hombre fuese "acto
puro", como Dios, tendría derecho a pasar su vida en un estado estético de autocontemplación;
pero ¡cómo contemplarse siempre, si en vez del Bien, que se recrea en sí mismo, el hombre, por
superior que fuese, sólo vería, al mirarse, su propia miseria, su esencial deficiencia, su inevitable
imperfección real!
Sólo puede permanecer en esa beatitud divina, el Bien, que al contemplarse eternamente sólo
halla motivo de permanecer indefinidamente en su contemplación. Sólo puede ser "el
Pensamiento del Pensamiento", lo que, al darse a sí propio como objeto de intuición, encuentra
en su acto la beatitud de renovarlo eternamente.