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FILOSOFIA - Aristóteles
LA ETICA
Enseña Aristóteles en su Etica a Nicómaco que lo pasado, las cosas ya hechas, jamás pueden ser
objeto de la preferencia moral.
Esto procede de que es imposible deliberar sobre un hecho realizado. Sólo se delibera sobre el
porvenir y lo posible, porque lo que ha sucedido, es decir, lo pasado, no ha podido menos de
haber pasado. Por esto el poeta Agathón tuvo razón al decir: "En este punto ni el mismo Dios
tiene libertad. Lo que fue, necesariamente ha sido".
Divídense las virtudes, conforme al Filósofo, en virtudes del corazón y virtudes del espíritu. El
hombre moral, el sujeto de la moralidad, se refiere al tiempo que aún no transcurre, y para él,
tanto las virtudes del corazón, como las de la mente, cobran sentido.
Los medios de que dispone el alma para la realización de las virtudes del Espíritu son: la
inteligencia, el arte, la ciencia, la prudencia y la sabiduría.
¿Qué es la inteligencia como medio de alcanzar la virtud? La inteligencia se distingue por ser el
conocimiento cierto de los principios. Si no pudiésemos alcanzar los principios, ninguna
seguridad poseeríamos para poder obrar virtuosamente, porque nuestra conducta se mostraría
siempre indecisa y fluctuante, ya que lo que hoy dispusiéramos, mañana no podría ser.
Mas la inteligencia no sólo conoce los principios, sino que en ellos mira las conclusiones que de
los mismos proceden. Lo que significa, evidentemente, el medio de alcanzar los designios de la
virtud.
Al lado de la inteligencia, posee el espíritu la ciencia. Por la ciencia alcanzamos el conocimiento
de la aplicación de los principios. Además, como toda ciencia puede ser enseñada, el
conocimiento que uno alcanza se difunde en todos, y en la cosa sabida puede también
aprenderse. Queda, por ende, bien caracterizada la ciencia, como órgano o medio de alcanzar la
virtud.
Todo arte, cualquiera que él sea, tiende a producir. El Filósofo enseña que el esfuerzo y las
especulaciones del arte sólo tienen un objeto: hacer nacer alguna de estas cosas que pueden,
indiferentemente, existir o no existir; cuyo principio está en el que hace la cosa y no en la cosa
hecha.
El arte auxilia a la virtud, en cuanto significa el conocimiento, merced al cual el hombre de bien
realiza, como debe ser, una obra exterior y contingente.
Al lado de la inteligencia y la ciencia, el arte, como facultad espiritual, las completa y hace valer
moralmente. Nuestra conducta alcanza al mundo, que es modelado conforme a los designios de
nuestra voluntad.
Disfruta el hombre, además, en su espiritualidad, de cierto sutil conocimiento, que se refiere,
directamente, a la virtud. Es la prudencia. El rasgo distintivo del hombre prudente estriba en
que es el ser capaz de juzgar por modo conveniente sobre los aspectos de la realidad, no en lo
que concierne sólo a bienes materiales, como la salud, sino también a los inmateriales, como el
deber y la felicidad. Por esto puede caracterizarse la prudencia como un conocimiento
anticipado de lo referente a las costumbres, es decir, a la propia moralidad.
La prudencia es como un instinto o intuición que nos guía prácticamente, que alcanza adonde
no pueden llegar, quizá, las luces que nos proporcionan de consuno el arte, la ciencia y la
inteligencia. El varón prudente está dotado de una especie de complicidad con la vida moral.
Y como remate de las cualidades intelectuales que se relacionan con el bien, mencionemos a la
sabiduría.
POR ELLA EL HOMBRE SABIO ES CAPAZ DE CONOCER LOS EFECTOS POR SUS
PRIMERAS CAUSAS; Y LOS CONOCE CON CERTIDUMBRE.
De modo que si toda virtud ha de orientarse hacia el porvenir y la posibilidad, porque lo hecho
no puede modificarse ni por obra de los dioses; si el objeto de la virtud es siempre el futuro, al
conocer los efectos por sus causas, el sabio los prevé, es decir, los ve antes de que sean, con lo
que la virtud espiritual alcanza su suprema eficacia, su mayor esplendor.
ASI ENTRA, DENTRO DEL ORDEN UNIVERSAL DE LA EXISTENCIA, LA ESFERA DE LA
MORALIDAD.
TODO SE RELACIONA INTIMAMENTE; PORQUE TODO PROCEDE, EN SUMA, DE LA
UNIDAD SUPERIOR QUE RIGE EL CONJUNTO.
El mundo en su interna economía tiene que ser una reflexión objetiva de la Providencia. El Bien
llama hacia sí a todas las cosas, dentro del desarrollo universal, y esto es lo que constituye la
belleza o armonía del Cosmos.
Juzgamos en verdad que sobre las ideas expuestas, para indicar apenas la postura filosófica del
autor de la Etica a Nicómaco, han pasado en vano los siglos.